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CIUDADES LITERARIAS
El Madrid de las letras
París, capital literaria
Sicilia: Mafia, príncipes y Garibaldi
Lisboa, adoquines de poesía
Berlín, la ciudad de los espías
Illiers-Combray, el lugar que inventó el turismo literario
Londres, la cuna de Sherlock Holmes
San Petersburgo. La patria de Dovstoievski
Atenas, la infancia de oro del pensamiento
Praga, ciudad de cuentos, ciudad de Kafka
Dublín de la mano de Joyce



El Madrid de las letras
La taberna en la que Galdós situó su obra sobre el Trienio Liberal aún permanece abierta en Madrid, aunque transformada en un pub irlandés. Si el lector turista visita Madrid en julio o agosto y se siente agobiado por los rigores de su extremado estío, ha de seguir el consejo de Ernest Hemingway, quien apuntaba en 1932: "En las noches demasiado calurosas podéis ira a la Bombilla, sentaros, beber sidra y bailar. Hace siempre fresco cuando se acaba el baile, bajo el follaje de las largas avenidas de árboles, bañadas por la humedad ascendente del pequeño río." Bastante alejado del Manzanares, el río al que escritor se refiere, el Hotel Suecia (Marqués de Casa Riera, 6) fue el favorito de Hemingway por su proximidad al museo del Prado. Todavía puede ser un buen alojamiento para el turista literario. Gustaba el novelista de hospedarse en él durante sus últimas visitas a Madrid. Alquilaba para ello toda una planta del edificio. Al día de hoy, una placa, colocada recientemente en la entrada, recuerda sus estancias. No muy lejos de allí, al otro lado de la carrera de San Jerónimo -a la que se llega tras cruzar la calle de Zorrilla, se encuentra el Barrio de las Letras. No es casual su inequívoco nombre. Entre sus casas, que cuentan entre las más típicas de la ciudad, todavía se alzan las que albergaron a algunas de las plumas más grandes del siglo de oro -Lope de Vega, Cervantes-. Cerrado en gran medida a los automóviles, el suelo de la calle de Huertas ofrece al visitante fragmentos de algunos de los grandes autores que lo hollaron en otros tiempos. El paseo por la zona bien puede prolongarse hasta la Puerta del Sol. En ella, en 1727, recordaba Diego Torres de Villarroel a Quevedo "Tiró don Francisco por la calle de la Cruz abajo, y yo siguiéndole y sudando por ganarle la ventaja que me había cogido. A la Puerta del Sol llegué a emparejarme con mi difunto; y desmoronando la esquina que sube la calle de Carretas, vimos un envoltorio de hombres más alegres que el tamboril de Baco"... Acaba la calle de Carretas en la plaza de Jacinto Benavente -cuyo nombre es un tributo al primer Nobel que dieron las letras españolas- y, cruzada ésta, el paseo puede proseguir hasta la Plaza Mayor. De cuando en esta última aún se lidiaban toros en grandes ocasiones, escribió en 1846 Alejandro Dumas, "Imagínese el movimiento constante de 100.000 personas que pugnan por invadir el sitio de sus vecinos, imagínese los rumores que producen esas 100.000 voces y su imaginación, por rica que sea, quedará muy por debajo de realidad". Hace ya más de 100 años que no se torea en la Plaza Mayor, pero sigue siendo uno de los lugares más transitados del centro de Madrid. Pero si hay un Madrid literario por excelencia ése es el de Benito Pérez Galdós, otro amante el exaltado del centro de la capital de España que, curiosamente, también es el centro geográfico del país. "Mari-Blanca continuaba en la Puerta del Sol, como la más concreta expresión artística de la cultura matritense". Escribe en la 'Fontana de Oro'. "La estatua, que en anteriores siglos había asistido al tumulto de Oropesa y al motín de Esquilache, presidía ahora el espectáculo de la actividad revolucionaria de este gran pueblo". Para el autor de los 'Episodios nacionales', la Carrera de San Jerónimo era "la calle más concurrida de la capital". Bien es verdad que, al día de hoy, hay otras muchas arterias igual de frecuentadas en la ciudad, pero, no por ello, la favorita de don Benito ha perdido animación. Ese mismo Madrid fue el que inspiró a Pío Baroja en 'La Busca'. Manuel y su madre, dos de sus protagonistas, bajan por la calle del Arenal, cruzan la plaza de Oriente, el Viaducto, la calle del Rosario y la Ronda de Segovia. Todas ellas son vías que apenas han cambiado desde que el autor de 'La lucha por la vida' escribiera sobre ellas. Si el visitante viene del Barrio de las Letras, se siguen ofreciendo a él al otro lado de la Puerta del Sol.

La bombilla
Actualmente, este parque de la Avenida de Valladolid al que se refiere el escritor, además de la sidrería de la que él habla -Mingo-, cuenta con un cine de verano que ofrece sesiones diarias al anochecer.

El barrio de las Letras
Situado entre el Paseo del Prado, la Carrera de San Jerónimo, la calle de Atocha y la calle de León, entre sus arterias están las de Moratín, Lope de Vega y Cervantes. Si bien estas dos últimas, a la vista de su pequeño recorrido no hacen honor a las dos plumas más grandes del Siglo de Oro, si hay que decir que cuentan, al igual que todo el barrio, entre las calles más típicas del Madrid antiguo.

El centro geográfico
Aunque a decir verdad este se halla en el Cerro de los Ángeles, a escasos kilómetros de Getafe, el kilómetro cero, el punto del que parten todas las carreteras que salen de Madrid, se encuentra en la Puerta del Sol, justo delante de antiguo Palacio de Gobernación, actual sede del gobierno autónomo.

La Fontana de Oro
Taberna que albergara una tertulia revolucionaria en la novela homónima, estuvo abierta en los primeros números de la calle de la Victoria hasta mediados del pasado siglo. Hace ahora 10 años reabrió sus puertas en el mismo lugar como pub irlandés. Eso sí, reproduciendo en alguno de sus salones la decoración de la que Galdós habla en sus páginas.

El corazón del Madrid literario
La vida bulle a cualquier hora alrededor de la plaza de Santa Ana, el corazón del barrio de Las Letras. Aquí mismo se encuentra el teatro más antiguo de la ciudad, el Teatro Español, donde han tomado cuerpo las obras de los más ilustres autores teatrales, a los que se recuerda en su fachada.

Versos a los pies del paseante
Caminar por el Madrid de las letras siempre ha sido un placer porque se trata de una de las zonas con más sabor de la ciudad, pero aún lo es más desde que la calle Huertas cambió el tráfico por las citas literarias, y los versos y fragmentos de narraciones se extienden a los pies del paseante.

La plaza Mayor, tumba de Galdós
Benito Pérez Galdós amó Madrid y Madrid amó a Galdós, hasta el punto que, según cuenta Ortiz-Armengol en su biografía sobre el escritor canario, se llegó a pedir que lo enterraran en la plaza Mayor.

"Para la eternidad"
Entre lo que queda de azul en el cielo madrileño y el verde de los Jardines del Moro emerge la silueta blanquecina del Palacio Real, un edificio de aires francoitalianos levantado "para la eternidad", como se escribió en la primera piedra del mismo.

El corazón geográfico del país
La Puerta del Sol la han pisado personajes de la literatura española de todos los pelajes y de todos los tiempos. En los alrededores de este punto neurálgico de la ciudad proliferaron en el XIX los cafés en los que los jóvenes literatos se reunían para practicar una de sus grandes pasiones: las tertulias.

Cines, comercios, vida...
La Gran Vía de Madrid es la misma gran arteria por la que pasearon Alberti, Lorca, Miguel Hernández, Altolaguirre, Cernuda... Aquellos inquietos poetas de la Generación del 27 que casi a diario se reunían en el centro de Madrid para hablar de sus obras y de los temas que se cocían en los fogones de la vida política española.





París, capital literaria
"París es una ciudad de siete colinas e incluso más -escribe Jean Cocteau en el prólogo a una guía sobre la capital francesa dada a la estampa en 1959-: Montmatre, Montparnasse, Monte Valeriano (...). Sobre estos montes y entre estos montes hay ciudades que forman la ciudad. Ciudades y pueblos. El Palais Royal, donde yo habito, es una pequeña ciudad rodeada de murallas y para trasladarse a la verdadera ciudad es preciso subir escalones, empujar verjas y atravesar bóvedas y corredores". Al viajero de nuestro tiempo no se le requiere tanto esfuerzo, basta con coger la línea 7 del metro, representada en los planos por un trazo rosa, y bajarse en la estación de Palais Royal. Lejanos ya los días en que fuera la capital cultural del mundo, París sigue siendo, no obstante, una de las ciudades con mayor atractivo para el turista literario. Muchos son los lugares que ha de visitar el lector que llega a ella esperando conocer los sitios de los que le hablan sus textos favoritos. El puente de Mirabeau sigue alzándose al final de la calle de la Convención (metro Mirabeau, línea 10), como cuando Guillaume Apollinaire escribió aquel poema que empezaba "Bajo el puente Mirabeau fluye el Sena/ y en nuestros amores/ es preciso recordarlo/ el gozo sucedía a la pena". Otro puente del río que cruza la Ciudad de la Luz, el de Saint Michel (metro Saint-Michel-Notre-Dame, línea 6), fue evocado por Jaime Gil de Biedma en "París, postal del cielo": "Aún vive en mi memoria aquella noche,/ recién llegado. Todavía contemplo, bajo el Pont de Saint Michel, de la mano, en silencio,/ la gran luna de agosto suspensa entre las torres/ de Notre Dame, y azul/ de un imposible el río tantas veces soñado". Si el viajero decide salir de la Isla de la Cité por ese puente de Saint Michel, ha de hacerse la obligada foto en la librería Shakespeare & Co (calle de la Bûcherie, 37. Metro Maubert-Mutualité, línea 10), a cuya puerta fue tomado uno de los más célebres retratos de Hemingway. Silvie Beach, la primera dueña de este mítico establecimiento, también fue la primera editora que conoció el "Ulises" de James Joyce. Sin embargo, si el turista literario se inclina por proseguir su recorrido por la otra orilla del Sena, su paseo discurrirá entre el río y el muelle del Louvre. Habiendo dejado atrás la célebre pinacoteca, le saldrán al paso los jardines de las Tullerías, la plaza de la Concordia y los Campos Elíseos. En uno de esos nuevos parques que rodean la parte baja de la más célebre avenida de París (metro Champs-Elysées-Clémenceau, línea 13) fue donde el pequeño Marcel Proust quedó prendado de Gilbertte Swann. Oscar Wilde, Voltaire, Jim Morrison... son algunos de los personajes que hacen del cementerio de París uno de los más visitados del mundo. El Montmatre que hoy en día se ofrece a los turistas (metro Blanche, línea 2), es casi el mismo que supo de los excesos de Rimbaud, Verlaine y, más tarde, de la tristeza de Baudelaire y las fobias de Celine. Pero para disipaciones parisinas, las vividas y cantadas en el siglo XV por el gran goliardo de las letras francesas, François Villon, entre los estudiantes que ya entonces poblaban el Barrio Latino (metro Odeón, líneas 4 y 10). Mas recientemente, los existencialistas tuvieron en estas calles uno de sus principales cenáculos: el Café de Flore. Si el visitante pasea por el bulevar de Saint Germain, todavía podrá sentarse en alguna de la mesas de esta casa, frecuentada en su momento por Jean-Paul Sartre. No muy lejos de allí, el viajero se encontrará con los jardines del parque de Luxemburgo (Metro Luxemburgo, línea 10) a los que el pensador alude en su novela "La edad de la razón" El Folies Bergères que visitaba Bel Ami, el implacable arribista retratado en la novela homónima por Guy de Maupassant, sigue siendo el mismo que abre sus puertas a los turistas de nuestros días en la rue Richer (metro Cadet, línea 7). Por no hablar de las librerías del bulevar de Saint Michel (metro Saint-Michel, línea 6), que tanto llamaban la atención de Luis Cernuda, o la catedral de Notre Dame, que más de 170 años después de haber inspirado a Victor Hugo sigue estando en pie, abierta a quien quiera entrar en ella en la Isla de la Cité (metro Saint-Michel-Notre-Dame, línea 6). En la necrópolis más visitada del mundo, el cementerio de Père Lachaise (metro Père Lachaise, línea 3), se encuentran -entre otras muchas- las tumbas de Oscar Wilde, Honoré de Balzac y Paul Elouard. Entre sus frecuentadores llegó a contarse el mismísimo Jim Morrison -reconocido admirador de los poetas franceses- cuyos restos también descansan hoy allí.

El puente Mirabeau
"Los muelles de París, entre el Puente Mirabeu y los paisajes de Billancourt -escribe Pierre Mac Orlan-, sirvieron a menudo de abrigo a los inofensivos truhanes de las orillas del sena. Un mundo bastante vacío, de borrachos concienzudos y de muchachas sometidas a las leyes de la bella estrella".

El Barrio Latino
Fue, durante siglos, el barrio de los estudiantes e intelectuales. En sus "caves" y tabernas, los existencialistas descubrieron el jazz. Con en correr de los años, también se fraguaron aquí algunas de las revueltas de mayo de 1968.

La librería Shakespeare & Co
Se trata de una librería de lance angloamericana, definida por las guías de la ciudad como "muy bien surtida y misteriosa". De no ser por la presenta constante de grupos de estudiantes de la obra de James Joyce, nadie diría que fue aquí donde el texto capital del irlandés conoció su primera edición.

El cementerio de Père Lachaise
Además de albergar en sus calles los restos de tantos protagonistas de la cultura universal -en la puerta hay un plano donde se da noticia de dónde se encuentran las tumbas de cada uno de ellos-, ofrece al visitante -sea o no sea éste un mitómano- uno de los paseos más agradables de París.

Folies Bergéres
Es, junto al Moulin Rouge, el escenario más célebre de París. Sus revistas son siempre un gran espectáculo en el que destaca el extremado cuidado por la puesta en escena.

La "dama de hierro" parisina
El más importante símbolo de París y de toda Francia recuerda con un restaurante encaramado en las alturas de sus huesos metálicos al padre de aventuras como "La vuelta al mundo en 80 días" o "Viaje al centro de la tierra", el gran Julio Verne.

La catedral gótica de París
La novela de Victor Hugo que dio vida al Jorobado de Notre Dame, convirtió a la gran catedral gótica de París en uno de los puntos más visitados por los turistas que llegan a la ciudad.

La avenida más famosa del mundo
No resulta difícil imaginar la reacción de los transeúntes del París de mediados del XIX al cruzarse en sus paseos por los Campos Elíseos con el excéntrico Baudelaire con su pelo teñido de verde.

Montmartre: el barrio de Amélie
El barrio más alto de París, rincón favorito de pintores y literatos bohemios, vuelve a estar en boca gracias a "Amélie", la película francesa de Jean-Pierre Jeunet protagonizada por Audrey Tatou.

El café de Sartre
El Flore respira el halo intelectual de Saint Germain, el barrio cuna del existencialismo, y entre sus mesas se pasean los fantasmas de Jean-Paul Sartre y su eterna compañera, Simone de Beauvoir.

Los jardines de "La edad de la razón"
El controvertido Sartre aludía a los jardines de Luxemburgo en su novela "La edad de la razón".

Los novios del Sena
El de Mirabeau, el de Saint Michel, el Pont Neuf o el de Alejandro III, son algunos de los más evocadores puentes de la ciudad de la luz.





Sicilia: Mafia, príncipes y Garibaldi
Aunque la capital y centro neurálgico de la isla es Palermo, para el lector de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, no puede haber otra entrada a Sicilia que la ofrecida por el puerto de Marsala. Fue allí donde desembarcaron Garibaldi y sus camisas rojas y fue allí donde Tancredi, el favorito de don Fabrizio, fue a su encuentro con ellos en ese duelo que mantuvo "contra el rey". Ya fuera de la ciudad, a poco que lo intente, el lector viajero reconocerá algunos de los campos donde las cuadrillas de rebeldes encendían sus hogueras, "parecidas a las luces que se ven arder en los cuartos de los enfermos graves", escribe di Lampedusa. A buen seguro que los sicilianos, de trato tan agradable como todos los meridionales -así les hubiera llamado Rosalía de Castro- saben descubrir al turista los rincones de su isla retratados en 'El gatopardo' y recomendar el mejor Donnafugata, el vino que bebían sus personajes. No obstante, se dice que en Sicilia la sed se combate comiendo las uvas que ofrecen los vendedores ambulantes y que el medio de transporte ideal es el coche, porque permite al visitante detenerse a discreción en cuantas bellezas le ofrece un paisaje formado por montañas rocosas y arenosas. De Marsala a Corleone, la carretera discurre por Salemi y Alcamo. La mafia, que nació en la Edad Media como una organización secreta de resistencia al invasor normando, ha tenido en Corleone, ciudad natal del don Vito de Mario Puzo, su mayor escaparate. Convertida también en un mito cinéfilo desde que Coppola rodara la trilogía de 'El padrino', cualquiera de las villas hoy abandonadas -a causa de la especulación turística, que no por asuntos de la "cosa nostra"- podría ser aquella en la que el pequeño Vito vio morir a su madre. Las calles de Corleone siguen siendo las mismas por las que el vocero de don Ciccio amenazaba a quien osara dar cobijo al pequeño huérfano. Las excelencias de Palermo, Gela y Gibelina, tres visitas ineludibles para el turista en tierra siciliana fueron debidamente cantadas por Leonardo Sciascia en 'Los tíos de Sicilia', celebrada crónica de las tradiciones de su tierra natal. En la primera de estas tres ciudades, la gruta donde se retiró Santa Rosalía hoy es una iglesia que en 1787 fue frecuentada por Goethe, según reza la placa colgada de una de sus paredes. Vigàta, el pueblo donde Andrea Camilleri sitúa la residencia del comisario Salvo Montalbano no existe. Se trata de un trasunto de Punta Secca, un pequeño pueblo que se alza entre el puerto de Ragusa y Scili. Si se ha entrado en Sicilia por Marsala, se puede llegar allí siguiendo la carretera de la costa. El marco de las aventuras de este singular policía ofrece un pequeño viaje por sí solo. Su itinerario, sin abandonar nunca la costa, discurre por Porto Empedocle -ciudad natal de Camilleri-, Gela -donde murió Esquilo-, Sciacca y Raffadali. Ya en el interior, el recorrido prosigue por el valle de Agriento. La carreta que lleva de esta ciudad a Palermo es la citada en "El perro de Terracota".

Marsala
Situada a 96 kilómetros al sudoeste de Palermo, se alza en el mismo lugar que lo hiciera Lilybaeum, la principal fortaleza cartaginesa en Sicilia. Fue aquí donde en 1860, Garibaldi empezó su campaña siciliana.

Gela
Levantada a orillas del río Terranova, Gela se encuentra a 65 kilómetros al sudeste de Agriento. Antigua colonia griega, bajo el gobierno de Hipócrates fue la principal ciudad de Sicilia.

Ragusa
Levantada en la antigua Hybla Heraea, cuyas murallas vieron morir a Hipócrates de Gela en 491 a d.C. Ragusa se encuentra a 48 kilómetros al sudoeste de Siracusa.

El Valle del templo
El valle siciliano de Agrigento en el que se alza el templo griego de Juno, vio nacer al premio Nobel y maestro del teatro Luigi Pirandello, todo un honor para este valle de aires helenos.

Giardini di Naxos
La costa siciliana es la quintaesencia del Mediterráneo y un buen resúmen para salir en busca de las huellas de algunos de sus pueblos, como fenicios, cartagineses, griegos, romanos, españoles...

Un interior espectacular
En el interior de la isla otros paisajes llaman la atención tanto como lo hacen los costeros, ése es el caso, por ejemplo, de la ciudad de Nicosia, en la provincia de Enna.

Amalgama de culturas en la capital
En la costa norte de la isla se encuentra su capital, Palermo, la ciudad que vio nacer al autor de la irónica y polémica 'El Gatopardo', Tomasi di Lampedusa.

Modica, cuna de poetas
También los espléndidos edificios barrocos de esta ciudad, que fue capital de un próspero condado en los siglos XVI y XVII, han alumbrado a personajes que marcaron el mundo de las letras. Tal es el caso del poeta y crítico literario Salvatore Quasimodo.

Escenario de tragedias griegas
En el siglo V a.C. las tragedias griegas ya tomaban vida en el escenario del teatro de Segesta, que llenaba sus gradas con los 15.000 espectadores que permite su aforo.

El gigante bueno
Se dice que el filósofo Empédocles acudió al Etna para poner fin a sus días. El gigante bueno, como se conoce a este volcán, es el más activo de Europa y en sus entrañas guarda buena parte del alma de la isla.

Marsala: vino y sal
El Museo de la Sal de Marsala, enclavado en un antiguo molino salinero, bien merece una visita para conocer otra cara de esta ciudad famosa por sus vinos y por su puerto, en el que desembarcaron Garibaldi y sus camisas rojas.

El Neptuno de Messina
La estatua que Montorsoli levantó cerca de la Lonja de Messina no suele quedarse fuera de los mejores circuitos turísticos de esta ciudad destruida varias veces por terremotos y bombardeos, desde la que se divisa el continente, concretamente "la punta de la bota italiana".





Lisboa, adoquines de poesía
Visitar a este eterno Pessoa es una cita ineludibe para el lector viajero. Pocos autores sintetizan el alma de una ciudad como Fernando Pessoa lo hace con su Lisboa. Por más que escribiera aquello de que "el poeta es un fingidor", el cariño que le inspiraron las calles que le vieron nacer era tan sincero que ha acabado por convertirle en un fenómeno turístico en algunas de ellas. De sus paseos por la capital portuguesa aún hablan sus paisanos, muchos de sus lugares favoritos aún se ofrecen al lector viajero. El paseo por la Lisboa del autor de 'El libro del desasosiego' comienza en el barrio de O Chiado. Ya casi totalmente reconstruido tras haber sido pasto de las llamas del devastador incendio sufrido en 1988. El poeta aún aguarda al visitante sentado en la terraza de A Brasileira (Rúa donde do Almeida Garret, 120), donde una estatua en bronce reproduce su triste figura. Junto a ella, una silla vacía, invita al lector a tomar asiento y fotografiarse junto a Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Alvaro de Campos y el resto de los heterónimos que Pessoa alumbró. Todos ellos habitaron en la casa del escritor (Rúa Coelho da Rocha, 16). Entre sus paredes, además de la correspondiente biblioteca y un importante archivo, el visitante encontrará algunos de los objetos personales de ese empleado comercial que fue Pessoa en vida. Destaca entre todos ellos la carta astral del escritor. Cuenta la leyenda que Luis Vaz de Camões vivió algunas de sus disipaciones en los alrededores de la plaza que hoy le recuerda, también en el barrio de O Chiado. Algunas de estas mismas calles fueron holladas por Pereira 350 años después de la muerte del autor de 'Os Lusíadas'. En cualquier caso, la Lisboa de Pereira es una ficción nacida en la mente de una italiano buen amante de la cultura portuguesa, Antonio Tabucchi. Sin embargo, cabe apuntar que Pereira se hubiera sentido satisfecho de ver que algunos de los nombres salazaristas de las calles por las que él paseo, tras la Revolución de los Claveles pasaron a denominarse de maneras más felices. Tal puede ser es caso de la Avenida da Libertade. José María Eça de Queiroz -uno de los autores más grandes que hayan dado las letras del país vecino-, no por realista y parnasiano dejó de interesarse por lo quimérico. Así, en sus protagonistas, desde una pensión lisboeta, eran capaces de matar mediante prodigios a terribles mandarines que hacían volar sus barriletes en terrazas que se alzan en la remota China. La Lisboa del gran Eça de Queiroz es la del Cementerio de los Placeres, y el Hotel Bragança, la de Benfica, el barrio Alto, el Graça, el de la Mouraira. El teatro de São Carlos, la Estación de Santa Apolónia, la rua du Ouro y la plaza del Rossio -todo ello en el centro neurálgico de la ciudad- son el escenario de esas espléndidas narraciones de Eça de Queiroz, donde pasión, fatalidad y esoterismo discurren en paralelo. Cabe una última recomendación en la visita a la Lisboa literaria: el museo dedicado a la memoria del poeta João de Deus (Avenida Álvares Cabral, 69).

Barrio Alto
Adyacente al barrio de O Chiado, es uno de los barrios más típicos de la ciudad. Poblado originalmente por gente empleada en las atarazanas, más tarde fue fuente de inspiración de poetas y fadistas. Actualmente se ha convertido en el centro de la vida noctámbula y juvenil de la ciudad.

Cementerio de los Placeres
El origen de tan singular nombre para un camposanto -que se pone como ejemplo del carácter portugués- suele atribuirse al título de un fado y al espíritu que inspira todo este género de canciones. Se trata de una de las necrópolis más grandes de Lisboa.

Hotel Bragança
Establecimiento que acogiera las cenas de "Os vencidos da Vida". Fue esta una tertulia integrada por los protagonistas de la vida literaria, política y social de la Lisboa decimonónica -entre quienes también se encontraba Ramalho Ortigão- que intentó reconstruir la sociedad portuguesa. Su fracaso en el intento les dio el nombre.

Torre de Belem
Dicen de ella que es el único monumento auténticamente manuelino. Es también el gran icono de la capital lusa y la vigilanta que ha visto partir a tantos navegantes en busca de otros mundos.

En memoria de los descubridores
Muy cerca de la Torre de Belem, también a orillas del Tajo, se levanta en honor a todos esos navegantes que partieron en busca de otros mundos el Monumento a los Descubridores portugueses.

Sobre las aguas del Tajo
Tiene un aire al Golden Gate, pero no son las aguas de la bahía de San Francisco las que corren bajo la estructura del puente 25 de Abril, sino de las del Tajo -o Tejo-, ese río que une y separa, al mismo tiempo, a los pueblos de la Península.

El tranvía de Pessoa
"Salgo del tranvía exhausto y sonámbulo. Viví la vida entera", decía Pessoa. El 28 era su tranvía y sus raíles conducen todavía a la casa que el literato habitó los últimos 15 años de su vida.

Los tejados de Lisboa
¿Qué tendrán los tejados de Lisboa que han inspirado a tantos artistas? Mucho tienen que ver con ese aire romántico de la "ciudad triste y alegre" que soñó Pessoa.

Rossio, universo de Queiroz
Por el Rossio y sus calles aledañas Eça de Queiroz acostumbraba a hacer deambular a los personajes de sus historias eternas.

Paisaje cosmopolita
Dice Saramago que Lisboa es "donde acaba el mar y la tierra comienza", será por ese carácter fronterizo por lo que Lisboa ha sido siempre destino de viajeros de todo el mundo, viajeros que se funden con el paisaje cosmopolita de la ciudad.

Lisboa de azulejos
Adoquines en el suelo y azulejos en las paredes. Así se vistieron muchas calles lisboetas cuando esta ciudad lucía en su mayor esplendor. En muchos de estos azulejos permanecen estampas de la Lisboa anterior al terremoto de 1755.

A Brasileira y Pessoa
Como era su costumbre, como cualquier otro cliente, permanece Pessoa sentado en la terraza de A Brasileria, su café favorito.





Berlín, la ciudad de los espías
Con el muro de Berlín también cayó una de las principales referencias literarias de la capital alemana. Fue en él, intentando huir al sector occidental, donde Liz y Alec Leamas, los protagonistas de 'El espía que surgió del frío' (1963), la obra maestra de John Le Carré, encontraban la muerte. Habiendo sido Berlín uno de los principales escenarios de la Guerra Fría, es lógico que también lo fuera de las grandes novelas de espionaje. La gente del Smiley de Le Carré era experta en hacer pasar aquel muro que hizo correr tanta tinta y del que hoy sólo queda un museo en el que antaño fuera el Check-Point Charlie. Aunque los escritores de novelas de espionaje se hayan visto privados de una de las principales referencias de sus argumentos, la demolición del Muro de la Vergüenza permite al lector turista visitar sin mayor problema el Theater am Schiffbauerdam, donde Bertolt Brecht organizó en 1949 su célebre Berliner Ensemble tras una primera experiencia en el Deutsches Theater. Anteriormente, Brecht había sido uno de los principales exponentes del florecimiento cultural que conociera Berlín con la república de Weimar. Fue en aquellos años anteriores al incendio del Reichstag -lo que también ha inspirado no poca literatura-, cuando Brecht desarrolló sus teorías de la nueva objetividad. Es a aquel periodo de la ciudad donde nos remite Christopher Isherwood en 'Adiós a Berlín'. "A la Wassertorstrasse se entraba por un gran arco de piedra" apunta el escritor inglés refiriéndose a la calle en que se encontraba el domicilio de los Nowak. Si bien, las pintadas a las que alude Isherwood, hoy serán de índole muy diferente, la vía, para deleite de sus lectores, se encuentra en el mismo sitio. Más difícil será encontrar el Kit-Kat, el cabaret donde actuaba la cantante norteamericana Sally Bowles, que tanto inspiró a Isherwood. Pero en los alrededores de la Kurfürstendamm -la principal calle del sector occidental durante la ocupación, el lector viajero dará con algunos establecimientos de esta características. Aun se canta en ellos a Kurt Weil y Brecht para deleite de los turistas literarios. Tal vez sea "Berlin Alexanderplatz", de Alfred Döblin, la más célebre de las ficciones inspiradas por la capital alemana el pasado siglo. En sus páginas se nos refiere la experiencia de Franz Biberkopf, un mozo de cuerda que, tras matar a su novia en un acceso de ira y cumplir la correspondiente condena por ello, intenta enmendar su vida en los barrios pobres del que antaño fuera el Berlín Este. Pero la verdadera protagonista de aquellas páginas era la ciudad, vista desde el lado menos feliz de la república de Weirmar. Desde la unificación, la Alexanderplatz, junto la avenida Unter den Linden, la Opera del Estado, la Torre de la Televisión y el Nikolaiviertel forma parte del recorrido por el casco viejo de la ciudad.

La gente de Smiley
Son los agentes del servicio de inteligencia británico pertenecientes a "El circo", nombre que en el argot interno de la organización se da la célula mandada por Smiley -protagonista de algunas de las mejores novelas de John Le Carré-.

La república de Weimar
En julio de 1919, tras la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial acaecida el año anterior, la Asamblea Nacional de aquel país adoptó en esta ciudad -capital de Turingia-la Constitución de la nueva república. Aquel periodo de libertades democráticas se prolongaría hasta la toma del poder por parte de los nazis en 1932.

El Kit-Kat Club
Aunque en la adaptación cinematográfica que Bob Fosse realizara en 1972 de "Adiós a Berlín", el cabaret donde actúa Sally Bowles (Liza Minnelli) es el Kit-Kat, en realidad, este fue uno de los principales clubs nocturnos de Londres. Ello no fue óbice para que, a raíz del éxito de la cinta -distinguida con varios oscar en 1972- se abriera un Kit-Kat en Berlín.

Checkpoint Charlie
El Checkpoint Charlie, el más conocido de los puestos de control del Berlín dividido, ha recuperado recientemente su esencia con la construcción de una réplica de la caseta de vigilancia que mantenía separadas las dos partes de la ciudad en donde aún puede leerse el conocido: "You are leaving the american sector".

En tierra de nadie
La que fuera símbolo de la separación de las dos Alemanias, se convirtió en 1989 en el símbolo de la reunificación. Actualemente, la Puerta de Brandemburgo luce su reciente lavado de cara.

Hotel Adlon
Nunca se imaginó Lorenz Adlon, mientras aprendía el oficio de carpintero en su Mainz natal, que acabaría fundando el que fuera en su momento uno de los hoteles más lujosos del mundo, el mismo en el que la novelista austriaca Vicki Baum se inspiró para escribir su 'Gran Hotel'.

Gendarmenmarkt
Es fácil estar de acuerdo con aquellos que sostienen que esta plaza, custodiada por dos catedrales -la francesa y la alemana-, es uno de los lugares más bonitos de la ciudad.

El muro-galería
En el verano de 1961 el gobierno de la RDA mandó cerrar las fronteras con la Alemania Occidental levantando un muro de ladrillos. La famosa pared ha acabado convertida con el tiempo en la galería de arte al aire libre más grande del mundo. Todo por obra y gracia de los grafiteros.

El pulmón de Berlín
El Tiergarten es el parque más grande de la capital alemana. Se trata de un antiguo coto de caza de los príncipes prusianos que en el siglo XVIII fue convertido en parque.

El viejo Berlín del sur
Merece la pena perder los pasos por las calles estrechas del barrio de Köpenick, situado al sur de la ciudad, y embelesarse con el gótico de sus principales edificios.

Centro de vida
Postdamer Platz era el centro de la ajetreada vida berlinesa antes de la II Guerra Mundial. Tras la caída del Muro sus rincones recuperaron el movimiento que echaban de menos. Hoy es el nuevo centro de la ciudad con restaurantes, cafeterías, cines...





Illiers-Combray, el lugar que inventó el turismo literario
Son tantos los lectores que visitan Illiers -Combray en el primer capítulo de 'Por el camino de Swann'- que las autoridades territoriales francesas han tenido a bien "rebautizarlo" Illiers-Combray en tributo a Marcel Proust. El autor de "En busca del tiempo perdido", desde la publicación de las primeras ediciones de ese magno fresco de toda una época que viene a ser la universalización de su memoria personal, consigue admiradores tan entregados que fueron ellos quienes, hace ya muchos años, inauguraron una nueva forma de viaje: el turismo literario. Los propietarios de la pastelería de la plaza de Illiers-Combray -donde es de suponer la familia Proust adquiría sus magdalenas- han debido de hacer fortuna vendiendo estos bollos a los lectores del maestro. Huelga decir que el ritual, una vez en el pueblo, consiste en comprar las magdalenas y evocar las páginas del escritor experimentando el mismo estremecimiento, dejarse invadir por ese placer delicioso que son los recuerdos. Pero en este caso, a diferencia de lo que acontece al adentrarse en la cosmología de Proust, que se rememora la experiencia personal, el lector viajero recuerda la lectura del capítulo aquí localizado, que no es otro que aquel que descubre el procedimiento de la obra entera. El viaje a la Normandía de Marcel Proust es el viaje literario por excelencia. Yendo a ella desde París, Illiers-Combray es la primera localidad que sorprende al viajero y le sorprende porque se diría que todo sigue tal y como el escritor lo dejara. El campanario de la iglesia de Saint-Jacques hará evocar al turista el de Saint-Hilaire, que el escritor reconocía desde muy lejos, antes de llegar al pueblo. Una vez en la villa, pese a que el desembarco aliado en Normandía durante la Segunda Guerra Mundial causó estragos en el epicentro de la cosmología del novelista, en la plaza de Lemoine, aún puede visitarse la casa de la tía Léonie. Es más, incluso puede entrarse en ella por la cancela por donde lo hacía Swann. El jardín ornamental creado por el tío del escritor, Jules Amiot -la finca de Swann en la novela- también aguarda al visitante con sus templetes, sus palmeras enanas, su gruta artificial y sus insólitos palomares. La costa de Balbec se extiende desde Deauville hasta Luc-sur-mer. El recorrido de un sugerente ferrocarril discurre en paralelo a ella. Los nombres de las estaciones que el tren va dejando atrás, le resultarán familiares al lector viajero: Marie-Antoinette, Saint Vaast, Gonneville, Riva Bella, son pueblos que aparecen en las páginas de 'En busca del tiempo perdido' y que aquí se ofrecen al visitante. Merece especial atención el Gran Hotel de Cabourg, el Gran Hotel de Balbec en "Las muchachas en flor" y en 'Sodoma y Gomorra'. Será en él donde el escritor recibirá la llamada telefónica que le anuncia que la abuela está a punto de caer. Actualmente, todo lo reformado que cabe suponer al cabo de casi 100 años, el establecimiento sigue en pie para deleite de cuantos quieran pasar allí unos días.

El episodio de la magdalena
Muy probablemente sea el fragmento que más estudios ha inspirado de toda la novelística del siglo XX. Es el que introduce al lector en la evocación que va a ser toda la novela. En él, el sabor del bollo, suscita en el autor una alegría insospechada en un día melancólico y le precipita a los recuerdos.

Normandía
Una de las provincias más antiguas de Francia, que se extiende a orillas del Canal de la Mancha y comprende los departamentos de Sena Marítimo, Eure, Orne, Calvados y La Mancha. Sus principales ciudades son El Havre, Caen y Cherburgo.

La casa de la tía Léonie
Cuidada hasta el detalle, en su interior, entre otros muchos mitos de la cosmología del autor, se guarda su alcoba, la linterana mágica a la que alude en sus páginas e incluso la novela de George Sand que en uno de los capítulos le lee su madre.

El Gran Hotel de Cabourg
Establecimiento de refinado encanto, además de con espléndidas vistas al mar -según se lee en "Las muchachas en flor" contaba entre sus atractivos de antaño con una "comida exquisita" y una "vista fantasmagórica de los jardines del casino".

El acantilado de Etretat
Victor Hugo le escribía a su hija Adèle: "En Etretat he visto algo admirable. El acantilado está perforado por grandes arcos naturales bajo los que rompen las olas durante la marea alta. Es la arquitectura más gigantesca que existe".

La magia del Mont Saint Michel
¿Sobre arena o sobre agua? Las mareas y el espectacular emplazamiento del Saint Michel juegan desde hace mil años a la ambigüedad y al misterio.

Los jardines de Proust
Es visita obligada el romántico jardín Le Pré Catelan para aquellos con ganas de rastrear el Illiers-Combray de Proust.

Las flores de Monet
El jardín de la casa de Claude Monet en Giverny cuenta "con más tonalidades y colores aún, que flores", decía Marcel Proust.

Pueblo de lienzo
Honfleur, el pueblo que ve morir al Sena, inspiraría a cualquier literato, pero es la pintura el arte con el que más le gusta coquetear. No en vano, este pueblo de aire holandés vio nacer a Boudin.





Londres, la cuna de Sherlock Holmes
Londres es uno de esos lugares en los que todo es una fabulación libresca. En Baker Street pueden verse los efectos personales de Sherlock Holmes y, entre otras curiosidades, una carta fechada en 1994 en la que el secretario del Príncipe de Gales responde amistosamente a una invitación del maestro de la deducción. En los jardines de Kensington se encuentra un pequeño Peter Pan de bronce; en su pedestal se aclara que se trata del chico que no quiso crecer, el inquilino más famoso del parque. Los antiguos romanos decían que la calle era el gran teatro del pueblo. Un dicho inigualable para describir lo que Londres guarda para el visitante. Quien llega a esta ciudad ignora que está realizando un largo viaje por todo el mundo y una fugaz escapada a diversas culturas. Londres es más que historias de Familias Reales, más que miles de hectáreas de parques, más que cientos de museos y más que pubs. Es un extraño "puzzle", sin una atmósfera única. Cada barrio y cada parte de la ciudad tienen su propio carácter, su propio ambiente, su propia historia y todos ellos juntos han creado el Gran Londres. Y, paradójicamente, a pesar de ello, no existe otra ciudad que sea más inglesa. Dicen que las vacaciones y los viajes son como el amor: se espera con muchas ansias, se vive con contrariedades y cuando se va, se recuerda con profunda nostalgia. Y Londres será como el primer amor que nunca se olvida. Basta recordar las palabras de Johnson: "Cuando vi Londres, vi todo lo que el mundo puede ofrecer". El que visita por primera vez la capital de Gran Bretaña puede sentirse abrumado y perdido entre los más de 1.700 kilómetros cuadrados que la componen. Pero pronto será atrapado por el espíritu investigador del célebre personaje literario Sherlock Holmes, el deseo por descubrir la ciudad, siguiendo las huellas de Oliver Twist, descifrando las numerosas expresiones artísticas en sus majestuosos palacios, disfrutando la tranquilidad de sus parques o perdiéndose en lo extravagante y seductor de Piccadilly Circus. Londres ha conservado su grandeza de capital de un imperio, incluso ahora que no hay imperio. Cuando se pasea junto al Támesis, Chelsea o Trafalgar Square, uno se empapa de su belleza, casi trascendente y melancólica, de su grandeza hecha a la medida de la mirada de los hombres. La ciudad deslumbra, a pesar de que algunas veces estallen de vez en cuando las costuras de ese traje bien cortado de la moral victoriana. El interés de sus edificios,la riqueza de sus museos, lo misterioso de sus pubs, los guardias impasibles del Palacio de Bukcingham o el East End, donde Chaplin rodara sus primeras películas, hacen de Londres una ciudad entrañable. Probablemente no sea una de las más bellas del mundo, pero sin lugar a dudas, es uno de los sitios más interesantes para los turistas y viajeros. Es demasiado tarde para reclamar a Percy, quien escribió que "Londres es una ciudad llena de gente y de humo, con poca justicia y aún menos compasión". Olvidó que la vida en Londres es una gran aventura. La zona de Charing Cross Road se ha convertido en un lugar privilegiado en el comercio especializado de libros. Podemos encontrar libros nuevos, de segunda mano o antiguos. La famosa Foyle´s, sucursales de la cadena Books Etc y Waterston´s, librerías especializadas como Murder one, Silver Moon y Zwemmer se han instalado en este barrios literario. En Picadilly dos de las mejores librerías generales son Hatchards´s y Dillons. En Covent Garden se encuentra la tienda de saldos más atractiva del mundo, The Banana Book Shop. Para publicaciones extranjeras lo mejor es dirigirse a Tower Records o Gray´s Inn News.

Museo Sherlock Holmes
Sherlock Holmes y el Doctor Watson vivieron en el 221b de Baker Street entre 1881 y 1904, según las historias escritas por Sir Arthur Conan Doyle. El famoso estudio del primer piso fue mantenido tal cual era en la era victoriana. Los visitantes pueden sentarse en el sillón de orejas de Holmes junto al hogar, y entrar a su habitación junto al estudio. Sus posesiones se encuentran en el lugar en que él solía tenerlos: su pipa, violín, equipo de química, lupa… La habitación del Dr. Watson se encuentra en el segundo piso, y se puede encontrar allí su diario personal, con anotaciones sobre el famoso caso del Mastín de los Baskerville. En el tercer piso se encuentran modelos de cera que representan escenas de algunos de los casos más famosos del detective.





San Petersburgo. La patria de Dovstoievski
La fortaleza de Pedro y Pablo se encuentra a orillas del Neva, frente al Palacio de Invierno. En ella fue recluido Dostoievski por leer una carta de la que se deducía una crítica al Zarismo. "Petesburgo es la ventana por la que Rusia se asoma a Europa", fue un italiano, Francesco Algarotti (1712-1764), quien escribió estas palabras, las primeras sobre la urbe que se recuerdan. Leningrado, Petrogrado y San Petesburgo. De los tres nombres por los que se ha conocido la ciudad fundada por Pedro el Grande en 1703, a orillas del delta formado por la desembocadura del Neva en el Golfo de Finlandia, fue con el tercero con el que se convirtió en un mito de la gran novela rusa. En ella tuvo lugar el duelo que el 27 de enero de 1837 pusiera fin a la vida de Alexandr Serguéivevich Pushkin, uno de los más grandes poetas rusos. Afrancesado desde niño, ya en su edad adulta, el poeta gustaba de consultar la biblioteca particular de Voltaire, conservada en la Biblioteca Pública de la ciudad, una de las más grandes del mundo con un montante total de volúmenes superior al millón. También fue en San Petesburgo, en su célebre teatro Mariinsky, donde Turguéniev conoce ría a la cantante Paulina García de Viardot, por cuyo amor, el autor de "Los relatos del cazador", abandonaría Rusia para establecerse en Francia. La Biblioteca y el Teatro, aún pueden ser visitadas por el lector viajero. San Petesburgo es a Dostoievski lo que París a Balzac. Llegó a ella junto a su hermano Mijail en 1837, cuando la ciudad aún lloraba a Pushkin, si bien no faltan autores que fechan la llegada en 1839. Fuera cuando fuese, lo que llevó al novelista a la ciudad fue su ingreso en la escuela de Ingeniería Militar del Castillo de Mijailovski, edificación que todavía se alza para deleite del turista literario. Los vecinos más humildes de San Petesburgo habrían de ser los protagonistas del escritor desde 'Pobres gentes' (1846), su primera novela, hasta 'El adolescente' (1875), la penúltima. El lector viajero aún puede visitar las mismas calles en las que Marmelládov muere atropellado y se suicida Svidrigáilov. Todas ellas se encuentran en las inmediaciones de la Plaza de la Paz, principal escenario de 'Crimen y castigo' (1866) que, junto a la visita a la casa en la que muriera el escritor (Pasaje de Kouznets, 5) y a su tumba, en el monasterio Nevski, completan, el paseo mínimo que ha de hacer el lector de Dostoievski en su visita a San Petesburgo. La fortaleza de Pedro y Pablo, donde Dostoievski fuera confinado el 23 de abril de 1849 por leer una carta en la que Belinski le reprochaba a Gógol sus apologías del zarismo, merece un capítulo a parte. Todavía se alza a orillas del Neva, frente al Palacio de Invierno -que tanta literatura ha inspirado-, como cuando eran recluidos en ella los revolucionarios. Dostoievski salió de allí ocho meses después para enfrentarse a un pelotón de fusilamiento. La pena le fue conmutada a última hora. Steffan Zweig, en sus 'Momentos estelares de la humanidad', habría de imaginar así aquel instante del 22 de diciembre de 1849 en que la plaza Semenovsk pudo ser testigo de la ejecución de Dostoievski: "Una manzana de casas,/ de techos bajos y con sucia escarcha,/ rodea una plaza de oscuridad y nieve./ (...) Un teniente lee la sentencia: "Muerte por traición. Con pólvora y con plomo". Bien distinto es el San Petesburgo de Nicolai Gógol, los personajes del autor de los "Cuentos Peterburgueses" son los alegres desahogados que pasean por la Perspectiva Nevski. Para quienes la conocen, ésta es una de las avenidas más bellas del mundo. Se extiende a lo largo de cuatro kilómetros, desde la estación de ferrocarril de Moscú hasta el edificio del Almirantazgo. Aunque a Gógol no le interesaba la belleza arquitectónica, su materia literaria eran las grandezas y las miserias de los nobles y burgueses que poblaban un lugar donde, según él, "todo es falso".

Francesco Algarotti
Erudito, crítico, poeta y cortesano, Francesco Algarotti fue un ensayista versátil que vivió gran parte de su vida fuera de su Venecia natal. De formación científico-positivista, narró sus experiencia en San Petesburgo en su "Viajes por Rusia" (1739).

Fundación de San Petesburgo
Pese a que el lugar elegido por Pedro el Grande para su nueva capital era una zona pantanosa y malsana, el zar tenía prisa por abandonar Moscú. La vieja corte estaba poblada entonces por la aristocracia boyarda que se oponía a su política europeizante.

La fortaleza de Pedro y Pablo
También conocida como la Bastilla rusa, al igual que la francesa fue una prisión de máxima seguridad. Convertida en un museo de la revolución. Actualmente sigue siendo visitada a diario por cientos de turistas.

Perspectiva Nevski
Cruzada por varios ríos y canales, es la arteria principal de la ciudad. Siempre animada por la actividad de las entidades financieras y comerciales que albergan sus antiguos palacios, en su centro aún se alza la catedral de Kazán.

La casa de Navokov
En el número 47 de la calle Morskaya, había una impresionante casa de granito rosa ante la que todas las tardes una niña rubia llamada Vera se paraba preguntándose quién viviría en aquel palacio. En su segundo piso, en la habitación este, había nacido Vladimir Nabokov.

Otra vez San Petersburgo
Ha sido siempre la joya más preciada de Rusia, sú unica comunicación con Europa por vía marítima y vía de entrada de todo tipo de influencias. Después de su periodo con el nombre de Petrogrado, la ciudad sigue acogiendo a la vanguardia rusa.

La noche fría de Anton Chéjov
De entre los muchos estrenos que han tenido lugar en el teatro Alexandrisky, algunos quedaron para la posteridad, como aquel en el que el dramaturgo Anton Chéjov, enfermo de tuberculosis, se vió obligado, por la mala acogida de la obra que presentaba -'La Gaviota'-, a abandonar el teatro con prisas y salir a las calles nevadas de la ciudad sin su abrigo.

La catedral de San Isaac
Cuarenta años se tardó en levantar el mayor monumento religioso de San Petersburgo, con capacidad para 14.000 fieles y cuya cúpula se divisa a decenas de kilómetros de distancia.

Hotel Astoria
El lujo de este hotel de envidiable situación, junto a la catedral de San Isaac, había convencido a Hitler, según se cuenta, para acoger la fiesta con la que pretendía celebrar la victoria -que nunca se produjo- sobre Rusia.

Las suturas de la Venecia del norte
Los puentes cosen los más de 80 canales de esta ciudad de aire aristocrático que es atravesada mil veces por las gélidas aguas del río Neva.

Capital cultural de Rusia
Por las calles de San Petersburgo pasearon los más prestigiosos artistas rusos. Para recordarlos permanecen abiertas las casas-museo de algunos de ellos, como la de Dostoievski o la de Pushkin.

El jinete de bronce
Durante 12 años se prolongaron los trabajos de la gigantesca estatua de Pedro el Grande, el fundador de la ciudad, que preside la Plaza de los decembristas.

Maravilla del mundo
El palacio de Catalina de Hamburgo ha estrenado recientemente la remodelación de su Cámara Ámbar, un espacio que muchos consideran la "Octava maravilla del mundo".

La gran avenida
"Todo es falso", pensaba Nocolai Gogol de las grandezas y miserias de los nobles y burgueses que paseaban por la Perspectiva Nevsky en sus críticos 'Cuentos petersburgueses'.

Noches blancas
Si se llega a San Petersburgo en verano sus noches blancas, fruto de la cercanía al Círculo Polar, harán difícil saber a ciencia cierta si es de día o de noche. El truco es mirar a los puentes de la ciudad que durante la noche se elevan para que circulen los barcos.


Atenas, la infancia de oro del pensamiento
"Bienamadas imágenes de Atenas", escribe Jaime Gil de Biedma en su poema 'La calle de Pandrossou'. "En el barrio de Plaka, hacia el Monastiraki, una calle vulgar con muchas tiendas./ Si alguno que me quiere/ alguna vez va a Grecia/ y pasa por allí, sobre todo en verano,/ que me encomiende a ella./ Era un lunes de agosto/ después de un año atroz, recién llegado./ Me acuerdo que de pronto amé la vida,/ porque la calle olía/ a cocina y a cuero de zapatos". Los versos del poeta catalán no dejan lugar a dudas: todos sus lectores, de visita en la capital griega, han de encomendarle a la calle de Pandrossou. La empresa no es difícil: el barrio de Plaka es el que se extiende al pie de la Acrópolis, el barrio turístico por excelencia. El olor a comida que lo envuelve en nuestros días -este bello poema está escrito a finales de los años 60- es el mismo aroma de "fast food" de cualquier capital europea, pero las botellas de agua, que se ofrecen al cliente en las mismas tiendas que las miniaturas de los dioses del Olimpo y las maquetas de la Acrópolis, es la más fría que el viajero podrá encontrar en la siempre calurosa Atenas. En Atenas murió Sócrates, que sin escribir ni enseñar nada, con su mayéutica, fue a inspirar a Jenofonte, Aristófanes, Aristóteles. Aristoxeno y sobre todo a Platón. Todos ellos, en algún momento de sus vidas, vivieron en la Atenas antigua, de la que muchos fueron ciudadanos, que hoy quedan sus ruinas en la Acrópolis. Aunque de la Academia de Platón no quedan ni los restos, no hay nada que impida a lector viajero imaginar que en las ruinas del teatro del sur de la Acrópolis se representó alguna de las comedias de Aristófanes. Ni que decir tiene la Acrópolis es el primer lugar que ha de visitar el turista en Atenas, sea o no sea el motivo de la estancia en aquella hermosa ciudad la evocación de textos referidos a ella. Ahora bien, si el turista es literario, ha de saber que Calícrates, cuyo amor habría de inspirar eternamente a la Ayesha de Henry Rider Haggard, fue, junto con Ictino, el arquicteco que realizó el Partenon. Atribuyéndosele también el templo de Niké Aperta. Siempre en busca de las fuentes de la civilización helena, Nikos Kazantzakis, el más prestigioso de los escritores griegos del pasado siglo, gustaba sentarse a comer bajo la Acrópolis en compañía de Panait Istrati. Pero el más célebre de sus personajes, Alexis Zorba, se encuentra en El Pireo, el puerto de Atenas, cuando le conoce el inglés que habrá de contarnos su singular experiencia. "Me encontré con él por primera vez en El Pireo. Había bajado yo al puerto para embarcarme con destino a Creta", escribe Kazantzakis en la primera página de "Zorba, el griego". El puerto de la capital griega constituye otra visita ineludible para el lector viajero, pues de él parten los barcos que llevan a islas tan literarias como Creta o Hydra.

El ágora
Bajando la Acrópolis el visitante se encontrará con el ágora griega, lugar donde convivieron los grandes filósofos clásicos. Las ruinas se conservan mucho peor que las de la acrópolis, algunas ni levantan un palmo del suelo pero es un lugar aboslutamente sobrecogedor. Allí se puede encontrar la Plaza de los Oradores, donde charlaba Platón con sus vecinos sobre la ciudad, así como los cimientos de la cárcel en que moriría Sócrates o la construcción donde se reunía el Consejo de los Quinientos, la primera democracia de la historia.

El teatro de Dioniso
El teatro de Dioniso, construido en la ladera sur de la Acrópolis, vio el estreno de las grandes tragedias y comedias de la antigüedad: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes... Las principales representaciones tenían lugar durante las fiestas de las Grandes Dionisias, que se celebraban durante cinco días del mes de marzo.

Mayéutica
Nacida de aquel método que llevaba a Sócrates a dar por sentado no sabía nada y disponerse a aprender de su contertulio, en la filosofía socrática es el arte de alumbrar los espíritus, o lo que es lo mismo, hacer descubrir al interlocutor las verdades que lleva en sí.

Calícatres
Si bien este escritor inglés -o su traductor español- cambia la "C" por una "K", es un descendiente de Calícatres -que guarda un asombroso parecido con él- quien resucitará en Ayesha -la hermosa diosa que nunca muerte- el amor que conserva por él desde antigüedad clásica.

Creta o Hydra
Creta es uno de los escenarios más frecuentes en la literatura griega clásica; Hydra, durante muchos años, fue el lugar de residencia de Leonard Cohen. Fue en ella donde el singular cantautor escribió algunas de sus mejores novelas y de sus colecciones de versos más celebradas.

La ciudad preferida por los dioses
Atenas, donde los filósofos empezaron a querer entender el mundo, es siempre una ciudad diferente, una ciudad que cambia bajo la atenta mirada de los dioses del Olimpo.

La puerta del Olimpo
Grecia es tierra de dioses y hombres, pero también de ninfas, musas, héroes, centauros... Todos tienen su sitio en la gran roca del Acrópolis, el puente entre este mundo de mortales y el Olimpo de los dioses.

El icono de Atenas
En honor de Atenea Partenós -la diosa siempre virgen- levantó Fidias por orden del lúcido Pericles el más sublime ejemplo de arte dórico. El Partenón ha acabado convertido en santuario de turistas y en el icono de Atenas.

El corazón de la vida de Atenas
Sócrates conversando con sus alumnos sobre el conocimiento. Ésa podría ser una de las escenas que podemos imaginar para devolver al Ágora a su mejor momento, cuando este espacio abierto era el centro de la vida de la ciudad.

Juegos de dioses
Allá donde vivían los dioses, en el Olimpo, se celebraban unos juegos en su honor que recibían el nombre de Olimpiadas.




Praga, ciudad de cuentos, ciudad de Kafka
Llegar a Praga es sentir que se detuvo el tiempo. Tiene una melancolía diferente y un misterio que la hace distinta. Es un cuento y una reunión de estilos, barroco, renacentista, gótico, rococó y modernista. Los contrastes arquitectónicos le otorgan una escenografía activa a la ciudad. Es admirable como han sabido relacionar estos estilos, con elegancia, y profundo sentido del color y la perspectiva. Franz Kafka alquiló alguna vez aquí una habitación para escribir sus mejores obras. Hoy se puede visitar. Se trata de una casa pequeña alineada junto al empedrado y pintada de color gris oscuro. Está ubicada en la calle de los alquimistas donde el emperador Rodolfo alojaba a los científicos que iban a encontrar la piedra filosofal, lo que iba a convertir en oro los metales comunes. También allí está el reloj astrológico y la gran plaza central donde fueron ejecutado nobles opositores. Hay un cementerio, donde por falta de capacidad se han realizado tumbas verticales y tres antiguas sinagogas. En una de ellas, Klausen, se encuentran expuestos los testimonios y dibujos de chicos realizados durante el Holocausto. En otro lado de la ciudad, el Puente Carlos invita a visitar las treinta estatuas de sus santos. Fue inaugurado en 1357 y es transitado anualmente por miles de visitantes que se arrodillan frente a las imágenes y hacen sus pedidos y agradecimientos. Junto con el Castillo de Praga, una construcción monumental de oficinas, palacios y fortificaciones del último cuarto del siglo IX que ocupa 45 hectáreas y que desde 1918 es la sede presidencial, son postales, recuerdos, que uno debe llevarse. Frontera entre la lengua germánica y eslava y entre el alfabeto cirílico y el romano, Prazské deja su huella a todo aquel que la toca. Praga está vestida de ganas, de esfuerzo, pero también de misterios. Pero esta capital imperial es esto y mucho más, Praga ha sido considerada estandarte del jazz en Europa gracias al compositor Antón Dvorak que emigró a EE.UU donde fue director del conservatorio de Nueva York. Este espíritu sigue muy vivo en el Festival Internacional de Música Primavera de Praga. Por supuesto tampoco se puede olvidar los recorridos por la Praga Literaria y tampoco por la Praga de la cerveza. Diversos senderos y rutas que se cruzan y caminan paralelas en la polifacética capital checa, quizá como su propia historia.La gente es tímida, habla poco, se repliega hacia adentro. Característica típica de los pobladores de Europa central que han sufrido guerras e invasiones. La luz va y viene. Los inviernos son largos y fríos y los veranos tan calurosos que andar por las calles es casi imposible. Lo antiguo y lo moderno conviven al igual que los turistas con los habitantes locales. Tanta belleza y tanta ambigüedad hacen de Praga una de las ciudades más interesantes y de sensaciones profundas para recorrer. Y para creerse dentro de un cuento.





Dublín de la mano de Joyce
Dublín exhala literatura. Sus calles han visto nacer a cuatropremios Nobeles del arte de las letras -W.B Yeats, Samuel Beckett, Seamous Heaney y Bernard Shaw-, así como a literatos de la talla de Oscar Wilde o James Joyce. Sin embargo, el influjo de la ciudad ha ejercido en todos ellos una mezcla de amor y odio que les ha alejado en mayor o menor medida de su seno. Pese a todo, la literatura sigue imbricada en las calles, las costumbres y el acontecer diario de Dublín y un simple paseo por la capital irlandesa permite imbuirse en su pasado literario. Visitar Dublín significa, fundamentalmente, conocer a James Joyce, ya que las calles de la capital irlandesa se respira la obra de este dublinés por excelencia quien, pese a vivir alejado de la ciudad durante décadas, nunca pudo desanclar su pensamiento de ella. Quizás por esta profunda relación, seguir los pasos del autor por la capital irlandesa se ha convertido en toda una tradición en Dublín. El 16 de junio, ya conocido como Bloomsday, 'joyceanos' llegados de todo el mundo reviven el recorrido de Leopold Bloom, el protagonista de 'Ulises', por la ciudad con la obra en la mano y dispuestos a embeberse de cuanto destile literatura. Pero, además de en las calles de la ciudad, el espíritu de Joyce también se encuentra en pubs tan típicos como el de Davy Byrne o Egan's, entornos que han dado vida a acaloradas discusiones en 'Ulises' o a noches de alcohol y penas en 'Dublineses'. Conocer el museo de Joyce en la torre Martello, que fue su hogar y sirvió de marco para el primer capítulo de 'Ulises' o visitar el Colegio Belvedere, una institución de la que el propio autor formó parte y que queda perfectamente reflejada en la obra 'Retrato de un artista adolescente', permiten ahondar en la vida del autor e impregnarse de la esencia de la ciudad. Sin embargo, el Dublín literario no es sólo obra de Joyce. Pese a la lejanía que autores como Beckett o Wilde mantuvieron deliberadamente de la vieja ciudad irlandesa, aún es posible encontrar sus huellas en ella. Para hallarlas, nada mejor que visitar el 'Dublin Writer's Museum', una joya que recoge todo lo relacionado con la vida y obra de las grandes figuras literarias de Dublín. Y, como última cita, el visitante puede visitar la tumba de Jonathan Swift, en la catedral de San Patricio. Quizás el autor de 'Los viajes de Gulliver' le revele que parte de los secretos de Lilliput siguen escondidos en Dublín.

Tabernas
Egan's, este bar, conocido como Oval, que se menciona en el relato 'Dos galanes' de la obra 'Dublineses', sigue aún abierto. El visitante podrá recordar la escena descrita por Joyce en la narración en este local que se encuentra en el número 78 de Abbey Street Middle, un poco más al norte del puente O'Connell. También sigue en activo la Taberna de Davy Byrne, que se menciona en el relato 'Contrapartidas'. Situada en el número 21 de Duke Street, una bocacalle de Grafton Street.

Estación de Kingsbridge
Esta estación ferroviaria, que actualmente se conoce como Houston, sirve de marco para el relato 'Un caso doloroso'. Se encuentra cerca de la orilla sur del río, al lado del parque Fénix.

Abbey Theatre
Es el teatro nacional. Fundado por el poeta irlandés W.B. Yeats, fue reconstruido en la década de los sesenta.

Grafton Street
El barrio comercial por excelencia, toda su actividad se centra en torno a la estatua de Molly Malone.

Itinerario de 'Ulises'
Todos los 16 de junio, muchísimos turistas acuden a Dublín con el Ulises bajo el brazo para conocer la ciudad de la mano de Joyce. Durante la jornada, ya conocida como Bloomsday, se realiza un recorrido por la ciudad siguiendo los pasos de Leopold Bloom, el protagonista de esta obra, que transcurre en Dublín un 16 de junio. Para los que no acudan en esta fecha y quieran conocer el retrato que Joyce hizo de Dublín en 'Ulises', adjuntamos la ruta: el recorrido empieza en Middle Abbey y acaba en Kildare Street. Además, hay señales en las baldosas que indican la página en que esa parte de la ciudad se menciona en la obra.

Torre Martello
Situada en Sandy Cove, esta torre, que actualmente alberga un museo dedicado al autor James Joyce, sirve de marco para el primer capítulo de la famosísima obra 'Ulises'.

Dublin Writter's Museum
Este museo posee ediciones, documentos y objetos de los grandes escritres irlandeses como W.B. Yeats, Jonathan Swift, Bernard Shaw, Samuel Beckett, Bram Stoker o James Joyce.

Colegio Belvedere
Conocida institución educativa jesuita a la que asistió Joyce. Se menciona en 'Dublineses' en varias ocasiones y se recrea detalladamente en la obra 'Retrato de un artista adolescente'. Está situada al norte de la ciudad, en la calle Great Denmark.

Anocher junto al río Liffeyt
"Vieja y sucia", dijo Joyce que era Dublín. Sin embargo a través de sus historias imaginó también bucólicas estampas de la ciudad: el río a lo lejos, una calle adoquinada por la que al anochecer atraviesa fugitivo un coche de caballos entre la niebla...

Patrick Kavanaugh
Todo Dublín destila literatura. En algunos de sus rincones se explicita el tributo de la ciudad a sus glorias de la letras, como sucede con la estatua que recuerda a Patrick Kavanaugh.

Por los pubs dublineses
La literatura empapa también a los pubs dublineses. Tanto es así que existe una ruta, la "Dublin Literary Pub Crawl", que recorre los pubs relacionados con la literatura y los escritores de la ciudad y que permite, entre pintas de Guiness y whiskey irlandés, escuchar las historias de los hombres de letras que pasaron por allí.

Pasión por la pinta de Guiness
El whiskey es una de las grandes pasiones de los irlandeses. La cerveza, otra. Y en Dublín, brindar con una pinta de Guiness al grito de "Slontcha" es la mejor manera de compartir esta pasión. La fábrica donde nace esta cerveza sigue en funcionamiento desde que Arthur Guinness la comprara en 1759.

La catedral de San Patricio
Tres son las catedrales de Dublín, pero es la dedicada al patrón de Irlanda, San Patricio, la más representativa de la ciudad. Es también el lugar en el que reposan los restos de Jonathan Swift.

Trinity Collegue
La biblioteca del Trinity College custodia con celo el 'Book of Kells', un manuscrito con más de mil años de antigüedad, considerado una de las joyas culturales más preciadas de la ciudad de Joyce.

Dublín de detalles
Exenta de la monumentalidad de otras grandes capitales europeas, Dublín es una ciudad de pequeños y deliciosos detalles que hay que buscar, por ejemplo, en las fachadas georgianas de exquisita herencia británica.

La pescadera Molly Malone
La estatua de bronce de Molly Malone custodia la animada Grafton Street. La vendedora de pescado más famosa del país es, además de la protagonista de la canción popular más conocida de Irlanda, el punto de referencia para los jóvenes en sus noches de fiesta.