Viajes el Corte Inglés (P)
Primeriti - Outlet ECI (C)
Viajes el Corte Inglés (P)
Mister Spex (P)
Oneill Eshop
Lets Bonus
domusselecta.com - Selección de hoteles
Viajes el Corte Inglés (P)
Privalia ES (C)
Eurostars Hotels
Viajes el Corte Inglés (P)
Banner
Hotelius.com - La mejor selección de hoteles
Crucerospromo.es
Destinia (P)
Viajes el Corte Inglés (P)
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 



HOTELES LITERARIOS
Hotel Palace (Madrid)
L'Alban Chambon "Hotel Metropole" (Bruselas)
Hotel Crillon (París)
Hotel Grand et des Palmes (Palermo)
Hotel du Louvre (París)
Hostal Aguilar (Madrid)
Hotel Adlon (Berlin)
Grand-Hôtel de Cabourg (Normandia)
Hotel Ritz (París)
Florida (Madrid)
Grand Hotel (Atenas)
Hotel Mistral (París)
Tryp Gran Vía (Madrid)
Hotel Borges (Lisboa)
Hotel des Roches Noires (Normandia)
Hotel Ritz (Madrid)
Hotel Astoria (San Petersburgo)
Beast Hotel (París)
Hotel InterContinental Berlín (Berlin)
Finn´s Hotel (Dublin)
Hotel d'Alsace (París)
Hotel Sachsenhof (Berlin)
Avenida Palace (Lisboa)
Grand Hotel Europe (San Petersburgo)
Hotel Suecia (Madrid)
Hotel Lutetia Paris (París)
Hotel Grande Bretagne (Atenas)



Hotel Palace (Madrid)
Como hotel histórico y emblemático que es atesora una buena colección de anécdotas relacionadas con los literatos que algún día fueron sus huéspedes. A pesar de su ceguera, Jorge Luis Borges aseguraba que en una esquina del lucernario del Palace veía la luz mejor que en ningún otro lugar. Esa misma cúpula acristalada acogió a los combatientes del Madrid sitiado durante la Guerra Civil, cuando el hotel fue transformado en hospital de sangre. "Olía a éter, a gasa fénica, a berza y con frecuencia se veía sangre en las escaleras. La clientela (...) era joven entonces, aunque el dolor envejece los rostros. Los cirujanos intervenían bajo la luz de dos candelabros a los soldados de la República, a los que arrancaban trozos de acero de sus cuerpos y amputaban sus pies y manos". La descripción es de Martha Gellhorn, que a su pesar es más recordada por haber sido la tercera esposa de Ernest Hemingway que por su brillante trabajo periodístico. Hemingway, que también conoció el hotel en los tiempos de la Guerra Civil y regresó en 1954, lo usó como escenario en "The sun also rises". El Palace es el lugar donde Lady Brett y Jake Barnes compran unos billetes de tren para París y disfrutan de un Martini antes de dirigirse al Restaurante Botín en la calle Cuchilleros. Pero tal vez sea el gallego Julio Camba el literato que más huella dejó en el Palace. Eligió el hotel como residencia después de haber trotado por medio mundo, y llegó a sentirse tan a gusto que se quedó durante 13 años. Dicen que cuando sufrió una trombosis cerebral sus amigos tuvieron que sacarlo de allí con engaños. Ahora uno de los salones del hotel lleva su nombre. En uno de los bares del Palace se puede seguir el rastro de Federico García Lorca, que hacía uso frecuente junto con sus amigos Dalí y Buñuel. Prueba de lo bien que lo pasaban son estos versos, que ahora lucen del puño y letra del granadino enmarcados en el hotel: "Alfonso doce de plata / rueda en la moneda blanca / de corcho y hoja de lata / mi cuerno de la abundancia / me gasté en el bar del Palace / ¡mis moneditas de agua!". También antes de la guerra, en los años gloriosos en los que el Palace no tenía rival -con permiso del Ritz-, Josefina Carabias se hizo pasar por camarera del hotel con un único objetivo: escribir un artículo de periodismo "verité" para el semanario "Crónica". Y hablando de rivalidades, Josep Pla, huésped habitual, dejó escrito en su dietario de 1921 que el Palace era el hotel de los que querían llegar a algo grande en la vida, y el Ritz de quienes ya habían llegado. Como anécdota, sirva la protagonizada por el Nobel Octavio Paz, que dejó olvidada en el Palace una pluma Fontana. Cuando regresó años después, la encontró colocada sobre su almohada.





L'Alban Chambon "Hotel Metropole" (Bruselas)
Considerado por muchos el hotel más elegante de Europa. Por él han pasado destacadas figuras de la política, el arte y la música del siglo XX. Desde John F. Kennedy o Arthur Rubinstein, hasta la actriz Sarah Bernhardt, que vivió en la suite que ahora lleva su nombre. Albert Einstein presentó en 1911 en el congreso de Física celebrado en el restaurante del hotel (llamado "L'Alban Chambon) una conferencia sobre relatividad ante científicos como Marie Curie o Rutherford. Diez años después obtenía el Premio Nobel.






Hotel Crillon (París)
Ocupa uno de los edificios de la plaza de la Concordia, que para Victor Hugo era "la más bonita del mundo". Él pudo conocerla antes y después de que fuese rematada por el obelisco egipcio de 23 metros de alto que preside la plaza en 1836. Victor Hugo no pudo disfrutar del hotel, que fue inaugurado en 1909, pero sí lo hizo su colega escocés Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes. Sin embargo, quizá el literato que más huella ha dejado en el Crillon sea Serguei Esenin. El poeta ruso eligió el hotel para pasar su luna de miel con la bailarina Isadora Duncan, pero ni la pasión ni el glorioso cuerpo de la Duncan fueron capaces de alejar a Esenin de la bebida. Sus borracheras en el Crillon fueron tan sonadas que su flamante esposa decidió ingresarlo en un hospital y poner fin al matrimonio.





Hotel Grand et des Palmes (Palermo)
En Palermo se encuentra el Hotel Grand et des Palmes , mítico por ser el escenario de importantes momentos en la política sicialiana y por convertirse en el cuartel general de los aliados tras la liberación de Sicilia en la Segunda Guerra Mundial. Años antes, su estética neoclásica contribuyó a la inspiración de Wagner, que completó en este hotel su "Parsifal". Otro autor que encontró aquí un clima favorable fue el ensayista y filósofo uruguayo José Enrique Rodó, en 1917. Aunque a los actuales gestores del Grand et des Palmes no les guste recordarlo, Raymond Roussel se suicidó en la habitación 224. Dicen que el poeta británico quiso pagar a un camarero a cambio de su ayuda, pero que finalmente tuvo que cortarse las venas solo. El literato siciliano Leonardo Sciascia lo cuenta en "Atti relativi alla morte di Raymond Roussel". El estilo neoclásico con elementos modernistas de este hotel sirvió de marco a la película "Dimenticare Palermo", dirigida por Francesco Rosi en 1990 sobre la novela de Edmonde Charles-Roux. Pero no se trata de un establecimiento dado a las grandes exhibiciones. Como indica el tópico sobre Sicilia, la discrección se impone. Arthur Miller pudo comprobarlo cuando se hospedó allí. La habitación vecina estaba ocupada por el famoso mafioso Lucky Luciano, que atosigó al escritor a preguntas por sospechar que en realidad era un espía.





Hotel du Louvre (París)
Hotel clásico por excelencia. Su privilegiada situación tras el Museo del Louvre, frente a la Comedia Francesa y la Opera Garnier, le han hecho disfrutar de los huéspedes más importantes que ha recibido la ciudad de París durante los dos últimos siglos. La dirección del hotel cedió al pintor Paul Cézanne una habitación en la que realizó parte de su obra, de esa manera Du Louvre pasó a formar parte de la historia del impresionismo francés.





Hostal Aguilar (Madrid)
Es la demostración de que se puede disfrutar de un hotel con pasado literario sin tener que pagar mucho. En este hostal de la Carrera de San Jerónimo se alojaba Ernest Hemingway en los años veinte. Dicen que lo que más le gustaba del Aguilar era su situación -próxima al Museo del Prado que tanto le gustaba visitar- y su modesto precio. En los tiempos de Ernesto costaba 10 pesetas la noche. Ahora, a partir de 33 euros.





Hotel Adlon (Berlin)
Gracias a Vicki Baum, el Adlon es el hotel literario por excelencia. La novelista austriaca se inspiró en él para escribir su 'Gran Hotel' en 1929, que más tarde fue llevado al cine con Greta Garbo en el papel protagonista. Eran los años dorados de la capital alemana, tal y como Yvan Goll cuenta en 'Sodoma y Berlín', y el Adlon era la catedral de la transgresión y el lujo: "Los dos amantes se instalaron en una de las luminosas habitaciones del hotel Adlon. El botones les contó, designando la cama, que en aquel lugar histórico habían dormido la Duse y d'Annunzio". El Adlon también aparece en 'Adiós a Berlín', de Christopher Isherwood. Sally Bowles, encarnada en 'Cabaret' por Liza Minnelli, comenta en su cuarto de una pensión: "He quedado con un hombre en el Adlon a las cinco. ¡Y ya son las seis! No importa, al viejo cerdo le vendrá bien esperar. Quiere que sea su amante, pero le he dicho que me aspen si lo soy antes de que él pague todas mis deudas. ¿Por qué los hombres son siempre tan brutos?". Llegó la guerra, y los jerarcas nazis, que también tenían buen gusto, convirtieron el Adlon en uno de sus paraderos preferidos. Los bombardeos sobre la ciudad dañaron seriamente el hotel, que tras la liberación de Berlín fue transformado en un hospital. Unos años después, en 1949, Vicki Baum volvió al Adlon: "El hotel seguía en pie aunque un incendio hubiera consumido los dos pisos superiores de la nueva ala del edificio y una bomba hubiera dañado la fachada. Los impactos habían agrietado los pilares del hall y la vidriera había caído hecha trizas. No había una ventana intacta y una corriente de aire cálido empujaba desde la calle nubes de polvo y humo". El Adlon resistió, a pesar de todo, hasta 1984, cuando fue demolido. Pero al igual que el resto de la ciudad, el Adlon resurgió de las cenizas y se alza en el lugar de siempre desde su reinauguración en 1997.





Grand-Hôtel de Cabourg (Normandia)
"No puedo escribirle en medio del tumulto ensordecedor y melancólico de este atroz y suntuoso hotel". Son las palabras que dirigió Marcel Proust a su amigo Émile Mâle refiriéndose al Gran-Hôtel de Cabourg. Antes de tachar el hotel de la lista, conviene recordar que Proust era famoso por sus manías, su odio a las corrientes de aire y su fobia al sol. A pesar de todo, el autor de "En busca del tiempo perdido" convirtió este hotel de Cabourg en su lugar de veraneo. Lo visitó por primera vez de niño, acompañado por su abuela. Volvió con su madre en 1890, y solo en 1891. Entre 1907 y 1914 volvió todos los veranos. En una de sus estancias coincidió con el surrealista Philippe Soupault, que aún tenía 15 años y le confesó en la terraza que le gustaría ser escritor. A pesar de la remodelación llevada a cabo en 1994, el Grand-Hôtel de Cabourg conserva el ambiente normando y burgués por los cuatro costados, y mantiene vivo el recuerdo de su huésped más ilustre incluso en su dirección: paseo de Marcel Proust.


Hotel Ritz (París)
"Cuando sueño con el más allá, con el paraíso, la escena se desarrolla en el Ritz de París", dejó escrito Ernest Hemingway. Ahora esta es la primera frase que aparece en la página del Ritz en Internet. "La única razón por la que se puede justificar que no elijas el Ritz es porque no puedes pagarlo", dijo también Hemingway, quien como máximo propagandista del hotel disfrutaba de tarifas especiales. El autor de "París era una fiesta" pasó algunos de los mejores momentos de su vida en el Ritz. "Fue Hemingway, aunque las circunstancias no están claras, el que liberó el Ritz de los alemanes, pero sobre todo liberó la bodega del Ritz", cuenta Manu Leguineche en "Hotel Nirvana". Llegó al hotel cuando los alemanes lo abandonaban. Arrebató la suite imperial a Goering y después pidió 73 Martinis secos para él y sus compañeros. Años más tarde volvió al Ritz con su cuarta esposa, la periodista Mary Welsh. "Mi mujer no quiere que siga bebiendo. Cuando vuelvo a casa, siente mi aliento y me regaña", confesó el novelista al barman del hotel. Al día siguiente éste había dado con la solución: inventó un cóctel de vodka y zumo de tomate que no dejaba rastro. Había nacido el Bloody Mary ("maldita María"), capaz de evitar las sospechas de la suspicaz compañera de Hemingway. Desde 1994 uno de los bares del Ritz lleva el nombre del novelista estadounidense. Allí puede tomarse el ron favorito de Hemingway, el Havana Club Reserva, a precios astronómicos. Acodado en las barras del Ritz Hemingway se corrió memorables juergas con su amigo Scott Fitzgerald. Sólo en un lugar como éste podían hacerlo sin montar un éscándalo. Quien sí llegó a ser incómodo fue el poeta Cocteau. Sus gansadas desesperaron a Olivier Dabescat, el legendario director del comedor del Ritz que desarrollaba su trabajo con "la santidad de un sacerdote, el tacto de un diplomático, la estrategia de un general y la sagacidad de un gran detective". Esta descripción pertenece a G. Painter, biógrafo de otro de los grandes escritores afincados en el Ritz: Marcel Proust. El autor de "En busca del tiempo perdido" no iba al hotel para escribir, sino que le gustaba porque "me dejan en paz y me siento como en casa". Se cuenta que mandaba cerrar todas las puertas y ventanas debido a su horror por las corrientes, y que cada día se reunía con un empleado del hotel que le facilitaba los nombres de todos los clientes, cómo iban vestidos y qué comían. Sus propinas, como sus manías, también han hecho historia. Y si Hemingway ha bautizado un bar del Ritz, Marcel Proust es el nombre de una de las mejores suites del hotel.




Florida (Madrid)
Dicen que Hemingway contempló la Guerra Civil española tras sus ventanas. Algunos añaden que otro de sus puntos de observación era el bar del hotel. Sea como fuere, el Florida estaba lo suficientemente cerca del frente como para escuchar las explosiones, y lo suficientemente lejos como para no temer constantemente por la propia vida. Lo cierto es que Hemingway tuvo tiempo incluso de enamorarse. En esta ocasión su amada era Martha Gellhorn, corresponsal del semanario estadounidense Colliers. Se cuenta que para impresionarla el autor de "Por quién doblan las campanas" reunió a todo tipo de personalidades para anunciar: "Pueden estar tranquilos, he estudiado balística y es imposible que un obús, un proyectil o un mortero hagan impacto directo sobre el hotel". Se equivocaba (el Florida recibió más de 150 impactos) pero consiguió conquistar a la Gellhorn y convertirla en su tercera esposa. Por su situación estratégica, próxima al frente y también al edificio de Telefónica donde los textos tenían que presentarse a los censores, el Florida se convirtió en el cuartel general de los corresponsales de guerra extranjeros en el Madrid sitiado. Hemingway y Gellhorn coincidieron con el francés Antoine Saint-Exupèry, que vivía su primera experiencia como corresponsal de guerra, y con John Dos Passos, que describió las mañanas en el hotel en su crónica "Habitación con desayuno en el Florida". "Todo el mundo se siente vivo y locuaz hasta que se termina el café", escribió, "Después, los corresponsales se dan una vuelta por la Telefónica, con su torre barroca tipo Wall Street de Nueva York, que se ha convertido en el símbolo de la resistencia de la ciudad". El Florida soportó la artillería de la Guerra Civil, pero no el desarrollo desaforado de los años sesenta, cuando fue derribado. Su lugar en la plaza de Callao lo ocupa ahora El Corte Inglés. Para conocer el mítico hotel sólo queda el testimonio que dejaron sus huéspedes. O también se puede acudir a "La quinta columna", la única obra de teatro que escribió Hemingway, totalmente ambientada en el Florida.





Grand Hotel (Atenas)
En una de sus visitas, a Henry Miller le ofrecieron discretamente una habitación en un lujoso hotel por el mismo precio que pagaba en el Grand Hotel. "Preferí quedarme en el Grand", contaba. "Me era simpático todo el personal: doncellas, porteros, botones e incluso el dueño. Me gustan los hoteles de segunda o tercera categoría que son limpios pero viejos, que han conocido tiempos mejores, pero que conservan el aroma del pasado. Me gustaban las cucarachas y los enormes escarabajos que tan a menudo encontraba en mi habitación cuando encendía la luz...".






Hotel Mistral (París)
Su relación sentimental duró varias décadas, pero nunca vivieron juntos. Incluso cuando se trasladaron al Hotel Mistral, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir eligieron distintas habitaciones. Ella se alojó en la segunda planta; él en la tercera. Allí vivieron la ocupación nazi de París. El hotel ha cambiado poco desde entonces, aunque sus propietarios reconocen que entre sus clientes se cuentan algunos seguidores del existencialismo francés, muy especialmente feministas americanas que se dan el gusto de dormir en un hotel mítico por un puñado de euros. Una placa recuerda el paso de los dos autores por el hotel. La ruta por los hoteles de Sartre y Beauvoir no termina aquí. En el Royal Bretagne (11 bis Rue de la Gaîté) ella vivió durante una temporada, cuando escribía sobre la Guerra Civil española. El Danemark también fue su posada, y en el Hotel La Lousiane , célebre por acoger a los músicos de jazz de paso por París, la pareja de intelectuales franceses más famosa del siglo XX pudo coincidir con Albert Camus.





Tryp Gran Vía (Madrid)
La Gran Vía era conocida como "la avenida del quince y medio". Ese era el calibre de los proyectiles con los que las tropas nacionales, que asediaban la ciudad, atacaban esta vía vital en Madrid. El trofeo más preciado era el edificio de Telefónica, y justo enfrente estaba -y aún está- el hotel Gran Vía. Su bar era parada habitual de los corresponsales de guerra. Allí escribían sus crónicas antes de cruzar la calle y llevarlas a la oficina de la censura. En "Night before battle", Hemingway se refiere a la mala comida, el vino cuestionable y los camareros estirados de este. Todo esto formaba parte del ambiente que cabe de esperar de un hotel requisado, tan frecuentado por los periodistas como por los mandos republicanos y los militares rusos. Sin embargo, a pesar de esta descripción y dado que allí el estadounidense escribió algunas de sus más famosas crónicas, el bar del hotel lleva hoy el nombre de Ernest Hemingway y luce decenas de fotografías de la época.





Hotel Borges (Lisboa)
El Hotel Borges no ha sido posada de famosos escritores, pero tiene méritos literarios por su nombre y por su localización. Está en la Rua Garrett, la principal calle del barrio del Chiado, y muy cerca A Brasileira, el café favorito de Fernando Pessoa. En este hotelito modesto pero con cierto encanto se respira el ambiente literario.




Hotel des Roches Noires (Normandia)
A Marcel Proust el Hotel des Roches Noires de Trouville le pareció frío, y la única ventaja que encontró fue la ligereza de las paredes, que le permitían escuchar los golpecitos que su madre daba para autorizarle a una visita. Marguerite Duras, sin embargo, se sintió más cómoda en el Roches Noires, y lo describió en "El verano del 80". Pero quien dejó un testimonio más notable del hotel no fue un literato, sino Claude Monet, que lo pintó en 1870 en un lienzo titulado "Hotel des Roches Noires de Trouville" que ahora puede verse en el Museo de Orsay de París.





Hotel Ritz (Madrid)
Desde que Alfonso XIII ordenó construirlo en 1908 han sido muchos los literatos que han reposado en sus habitaciones, pero una de las anécdotas más curiosas la cuenta Manu Leguineche en su libro "Hotel Nirvana". Se refiere al periodista y escritor Jesús Pardo, que vivió en el Ritz hasta que se le acabó el dinero: "En casa todos conocíamos el Hotel Ritz de Madrid porque era allí donde se alojaba el tío Polo. De hecho conocíamos al Ritz con el nombre de 'la pensión del tío Polo'. Cuando murió y heredé de mi tía decidí ir a Madrid y vivir en la pensión del tío. Me pulí la herencia en el Ritz. Cuando se acabó el dinero me fui a una pensión. Creo que si no me hubiera cepillado la herencia mi vida hubiera sido totalmente distinta. Hoy sería un pequeño burgués con un pequeño negocio, casado con una señora aburridísima, con siete hijos y creo que hasta iría a misa. Pero me cepillé la herencia y eso marcó mi destino. Me integré en el mundo bohemio de los cincuenta en Madrid, me convertí en escritor y periodista, y fui corresponsal de los diarios Pueblo y Madrid en Londres".





Hotel Astoria (San Petersburgo)
Nació en 1912 con la vocación de convertirse en el hotel más lujoso de San Petersburgo. Para ello se eligió un emplazamiento privilegiado, junto a la catedral de San Isaac, y no se escatimó en medios. Dicen que cada una de sus habitaciones estaba dotada con un teléfono, un lujo máximo entonces. Esta suntuosidad inspirada, como el resto de la ciudad, en París, Roma y Berlín, fue el escenario que Chéjov escogió para superar una profunda crisis personal. También lo intentó Serguéi Alexandrovich Esenin, aunque su forma de salir del marasmo se saldaba con numerosos destrozos. "El escándalo, en especial un bello escándalo, ayuda siempre al talento", dejó escrito. Lo cierto es que las feroces borracheras del poeta, criado en el campo, dejaron serias huellas en el Astoria. Una noche de 1925 Esenin salió del hotel después de una de sus fiestas, y se suicidó en su apartamento para poner fin a su espíritu atormentado. La reciente remodelación del hotel, realizada en 2001, no deja ver las heridas producidas por las dos guerras mundiales y la revolución rusa, pero éstas fueron profundas. Se cuenta que Hitler quería festejar su victoria sobre Rusia en el Astoria y que incluso tenía las invitaciones impresas, aunque como es sabido, esta es una fiesta que nunca llegó a celebrar.




Beast Hotel (París)
Fue el cuartel general de los escritores estadounidenses en el Barrio Latino. Hemingway lo frecuentó durante la Segunda Guerra Mundial, pero quienes lo hicieron célebre fueron Gingsberg, Kerouac y Burroughs. Ellos y otros autores de la generación beat lucharon contra sus cucarachas y compartieron la única ducha con que contaba el Beast. Se dice incluso que Gingsberg ideó un sistema para robar la electricidad de un cartel luminoso del exterior. Del Beast Hotel (hoy Relais Hôtel du Vieux Paris) quedan sólo las vigas de madera del siglo XV. Prácticamente todo lo demás ha cambiado, es el precio de las cuatro estrellas que luce. Pero no faltarán los nostálgicos. Manu Leguineche cuenta en "Hotel Nirvana" que cuando cambió de propietarios en 1992, Gingsberg se presentó en París para comprar la puerta en la que se había fotografiado junto a un retrato de Rimbaud, y que la dueña se la regaló.





Hotel InterContinental Berlín (Berlin)
A pesar de ser un clásico de los viajeros de negocios, el InterContinental de Berlín también tiene su bagaje literario. El novelista francés Julien Green reservaba dos meses al año para alojarse allí, uno en primavera y otro en otoño. "En el InterContinental. El Interconti", dejó escrito. "Una habitación con vistas a un bonito canal y a lo lejos la maravillosa estatua que conmemora la victoria de Sedán [por el triunfo de Prusia sobre Francia en 1870]. Dorada y muy bella. Cuando los franceses ocuparon Berlín, la buscaron por todas partes... Estaba escondida exactamente debajo del lugar donde hubiera debido alzarse... Buscaron por todas partes, ¡pero no allí! Hay que reconocer que es sumamente hermosa... aunque irritante".





Finn´s Hotel (Dublin)
En South Leinster Street hay que prestar atención, pues el primer edificio de ladrillo, que tan poco destaca respecto a los demás, fue a principios del siglo XX el Finn's Hotel. En la parte alta del muro aún se puede ver la inscripción. En este lugar trabajaba como camarera Nora, el gran amor de James Joyce, que la vio por primera vez el 10 de junio de 1904 en Nassau Street y desde entonces no se separó de ella. En una de sus visitas a Dublín, cuando Nora estaba en Trieste, el autor de 'Ulises' pidió que le enseñasen la habitación donde había vivido Nora en el Finn's. "Podría haberme arrodillado junto a esa camita y haberme transformado en un diluvio de lágrimas", escribió después de aquella visita. "Las lágrimas sitiaban mis ojos mientras permanecía allí mirándola. Podría haberme arrodillado y rezado como los tres reyes de Oriente se arrodillaron y rezaron ante el pesebre en que Jesús estaba. Habían recorrido desiertos y mares y llevado regalos y sabiduría y su séquito real para postrarse ante un niño recién nacido, y yo había llevado mis errores y locuras y pecados y dudas y deseos para postrarlos antes la camita en la que una muchacha había soñado conmigo".





Hotel d'Alsace (París)
Después de pasar tres años en prisión, Oscar Wilde buscó refugio en este hotel de París. Había perdido muchos amigos y todo su dinero. El autor irlandés ocupó una habitación del d'Alsace hasta que la muerte vino a su encuentro, dicen que bebiendo una copa de champaña, con su última ironía: "Muero por encima de mis posibilidades". Bien lo sabía el director del hotel, que le perdonó una deuda de 2.643,40 francos (de los de 1900) y mandó poner una placa que recuerda al autor de "El retrato de Dorian Gray". La placa sigue allí, así como la que conmemora a Jorge Luis Borges, que en sus visitas a París no se alojaba en un hotel que no fuese éste. Lo que sí ha cambiado es el propio hotel. Wilde o Borges lo reconocerían por su aspecto, pero si preguntasen por él muy pocos lo conocerían como el Hotel d'Alsace: ahora es sencillamente L'Hotel.




Hotel Sachsenhof (Berlin)
Una placa recuerda que la poetisa Else Lasker-Schüler eligió este hotel como residencia durante nueve años, de 1924 a 1933. Probablemente hubiese prolongado su estancia, pero Else, bien conocida por su actitud estrafalaria y, encima, judía, huyó a Suiza poco después de que los nazis ganasen las elecciones. Tantas cosas han cambiado en Berlín desde entonces que el Sachsenhof vuelve a ser uno de los hoteles favoritos por la bohemia berlinesa, y se encuentra arropado por el ambiente gay del barrio, Schöneberg.





Avenida Palace (Lisboa)
Por los afrancesados salones del Avenida Palace paseó Jean Giraudoux, que llegado a Lisboa en agosto de 1916 como instructor militar eligió este hotel, el más lujoso de la ciudad, para alojarse.





Grand Hotel Europe (San Petersburgo)
Con más de 125 años, es uno de los hoteles con más solera de Europa. También tiene otros méritos como el de haber logrado las cinco estrellas antes que ningún otro hotel en Rusia. Con tales ingredientes es fácil comprender que a Ivan Turgenev le pareciese el lugar más bello de San Petersburgo. El novelista ruso llegó a él en 1858 por primera vez, pero regresó en otras ocasiones, y coincidió con otro de los grandes literatos del país, Dostoievsky. Se cuenta que ambos celebraron una cena memorable en el hotel en 1862. Años más tarde, les emuló George Bernard Shaw, aunque no se conocen más detalles de su estancia. Otro escritor ruso, Maiakovsky, eligió el Hotel Europe en 1924. Aburrido, reunió en su habitación -la 26- a sus colegas Eichenbaum, Iakubinski, Tynianov, N. S. Tijonov, Punin, y Vinokur para discutir sobre el embrión de la revista 'Lef'. De aquellos días quedan el lujo y el estilo. El hotel fue la sede de las tropas bolcheviques durante la revolución y un orfanato unos años después. Estaba muy dañado en 1989, cuando comenzó su rehabilitación. En 1991, el año en que Petrogrado volvió a ser San Petersburgo, el Hotel Europe volvió a abrir sus puertas con todo el esplendor de antaño. Buen testigo de ese brillo fue el autor británico Anthony Burgess, que disfrutaba de un baño en su suite del Europe cuando un botones llamó para entregarle un telegrama. "Échelo por debajo de la puerta", propuso Burgess. "No puedo", respondió el camarero. "Lo traigo en una bandeja".





Hotel Suecia (Madrid)
En sus visitas a Madrid durante los años cincuenta, Hemingway prefería dormir en este hotel. El escritor había entrado en una profunda depresión que impulsaba bebiendo whisky y vino sin parar. En 1960, cuando su abandono era evidente, se encerró en su habitación del Suecia y tuvieron que convencerle para que volviese a Estados Unidos, donde fue ingresado en una clínica. Un año después se suicidó. Una placa recuerda el paso del escritor por el hotel: "En el centenario de su nacimiento, a Ernest Hemingway, que buscando en Madrid el nutrimiento artístico y cultural quiso residir en este hotel durante los años cincuenta, refugio de su extrema pasión por el Museo del Prado y por la vecindad del Círculo de Bellas Artes. 1999".





Hotel Lutetia Paris (París)
Situado en el corazón de Saint-Germain des Prés, el barrio de los artistas durante el periodo de entreguerras, siempre ha llamado la atención de pintores y escritores. Después, durante la ocupación nazi de París, quedó convertido en el cuartel general de los alemanes, y cuando la guerra terminó, en el Lutetia se alojaron los deportados de los campos de concentración. Rainer Maria Rilke descansó en una de sus habitaciones, así como el Nobel André Gide. James Joyce aprovechó su estancia para avanzar en el desarrollo de "Finnegans Wake". Dicen que el dramaturgo Jean Anouilh pidió la mano de su mujer en el Lutetia, y que Françoise Sagan se sintió tan a gusto en este hotel que lo convirtió en su residencia durante dos años. La lista de los que han pasado por allí es tan abultada, y tan notables sus nombres, que puede decirse que el Lutetia es la posada de los escritores en París (con permiso del Ritz). Hoy en día no es raro cruzarse con algún literato en sus pasillos, pero es prudente no prejuzgar su satisfacción. Javier Marías, que se sintió torturado por los ruidos, aún recuerda a la "giganta de Baudelaire" encargada de la recepción. "No sé si se habrá tratado de mi tradicional mala suerte con los hoteles franceses, pero me ha parecido que todo andaba manga por hombro", ha confesado el novelista español.





Hotel Grande Bretagne (Atenas)
Para Manu Leguineche el Grande Bretagne es "uno de esos hoteles que como el Cecil de Alejandría y tantos otros se identifican con la ciudad, son la ciudad". Después de muchos viajes a Atenas como reportero para cubrir temas como la boda de don Juan Carlos y doña Sofía, o de paso rumbo al Chipre en guerra, el periodista y escritor ha llegado a la conclusión de que "es uno de esos hoteles en los que el periodista recibe alimento diario para sus crónicas, el rumor de la ciudad, el punto de vista, la noticia de última hora. Todo consiste en pegar la hebra, en tender el oído, en escuchar el latido de la extraversión levantina".