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HISTORIA
Prehistoria
Cántabros
Romanos
Visigodos
Repoblación y Reconquista
Siglos X-XII
Las Cuatro Villas de la Costa. Siglos XI-XII
Batallas Navales. Siglos XIII-XIV
Linajes y Conflictos. Siglos XIV-XV
Carlos V y las Villas de la Costa. Siglos XV-XVII
La Modernidad
De la ilustración al comercio
El siglo XX



Prehistoria
Con las pinturas de Altamira, Cantabria se anticipa casi 10.000 años, al gran arte de las civilizaciones orientales (Egipto, Mesopotamia, etc), y ofrece al hombre moderno el primer testimonio de la genialidad de la especie. La esplendorosa manifestación artística que, repartida por las paredes de cuevas y yacimientos arqueológicos se manifiesta en Europa desde el paleolítico medio y superior, logró algunas de sus cumbres expresivas más universales en las entrañas de esta región. Además de Altamira destacan las maravillas conservadas en las cuevas de Puente Viesgo, El Pendo o La Garma. Con la mejora del clima y la introducción de la domesticación de animales, pastores neolíticos y de la edad de los metales fueron colonizando los pastos altos de la región de donde se retiraban los hielos; allí quedan vestigios de sus utensilios y cerámica, así como túmulos funerarios y misteriosas alineaciones e ídolos de piedra.





Cántabros
Transcurren los siglos y en el primer milenio a.j.c. hallamos en nuestros valles un pueblo, que los romanos unifican con el nombre de "cántabros". Grupos primitivos con organización tribal, que viven ya dentro de una cultura del hierro, y que se atreven a enfrentarse a la imponente fuerza de las legiones romanas y hacen enormemente difícil a éstas su sometimiento. Los poblados o "castros" cántabros (castros del Bernorio y de Celada Marlantes, detectados y analizados por la arqueología) estaban fortificados con murallas de piedra y puertas bien defendidas. Su feroz resistencia al invasor romano causó asombro en el mundo antiguo, de modo tal que quedó reflejada en los textos históricos y literarios de los autores clásicos con mayor frecuencia e intensidad que la de cualquier otro pueblo hispánico. Como reliquias cántabras nos han quedado las grandes estelas de Zurita, de Barros o de Lombera, que se pueden ver en el Museo de Prehistoria.





Romanos
La diferencia de cultura y de técnica entre ambos contendientes lleva forzadamente a la rendición de nuestros indígenas y a la entrada de éstos en el carril civilizador de los romanos. Muchos jóvenes cántabros se alistarán en el ejército del vencedor y Cantabria pasará a ser una parte de la gran provincia Tarraconense, primero, y del convento cluniense después. La continuada presencia del invasor, durante los cuatro siglos largos en que las gentes de estas costas y montañas permanecieron bajo dominio romano, sin duda, contribuyeron a la transformación de sus viejas y peculiares formas de vida. El proceso de la romanización de Cantabria estaba ya concluido en el siglo IV después de Cristo. Restos de esta nueva situación son las ruinas romanas de Julióbriga y de Camesa-Rebolledo, así como los materiales aparecidos en Castro Urdiales, Santoña y Santander, y las estructuras viarias de las calzadas que aún quedan visibles en determinados trayectos. Ejemplo singular del grado de romanización alcanzado es el conocido plato de Otañes, magnífica pieza de orfebrería de oro y plata que fue hallada en este pueblo montañés, y que es muestra de la "internacionalización" de la cultura romana.





Visigodos
Desarticulado el Imperio Romano y despoblados en gran medida los puertos y las ciudades, en los siglos IV y V después de Cristo, el paisaje abrupto y boscoso fue el ámbito a que se acogió la mayor parte de la población. Recuperada su independencia frente a los nuevos invasores bárbaros, los visigodos intentaron reiteradamente someterlos, sin que sus asaltos ni operaciones de castigo consiguieran tal objetivo. Fue desde la Tierra de Campos desde donde ascéticos monjes emprendieron otra forma de invasión más pacífica, la de las misiones cristianizadoras, encabezadas por Santo Toribio y San Millán. El proceso de aculturación romanizadora y religiosa culminó apartir del año 711, con la invasión árabe en la península, acontecimiento que provocaría el repliegue hacia las montañas norteñas de población hispano-romana. Durante los últimos siglos del primer milenio cristiano, la sociedad montañesa se fue articulando en nuevas poblaciones que, dejando las alturas, se asentaron en los valles alrededor de multitud de pequeños monasterios e iglesias. El generalizado pastoreo se completó con la explotación agraria cada vez más extensa e intensa, capaz de producir excedentes tan estimables como para permitirles contruir los preciosos templos mozárabes y románicos de los que tantos testimonios dan cuenta.





Repoblación y Reconquista
Cuando Tarik y Muza a principios del siglo VIII hunden con rapidez inusitada el poder y la monarquía visigoda, y los ejércitos árabes llegan al borde mismo de nuestras altas cumbres, los acontecimientos históricos vuelven a colocar a Cantabria en una situación de protagonismo. Es el momento de una nueva resistencia ante el invasor llevada a cabo por grupos de indígenas cántabro-romanos, mandos visigodos y numerosas gentes que logran unirse y dar nacimiento así a la monarquía astur-cántabra (el rey Alfonso I, hijo del duque de Cantabria, era yerno de don Pelayo), que tomará las riendas que han de hacer más fácil el anhelo de recuperar y volver a repoblar las tierras y campos perdidos. Alfonso I, consigue introducir en nuestros montes numerosos cristianos que habían quedado sometidos a los árabes en la meseta y con ellos refuerza la población de Asturias y Cantabria. Después, en los siglos VIII y IX, este mismo rey y su sucesor Alfonso II atraviesan los montes y cimientan la contención de los avances musulmanes. La monarquía astur-cántabra iniciará así esa gran empresa común de intentar recomponer la unidad de España que ya los visigodos habían conseguido. En la primera mitad del siglo IX se desencadena un intenso flujo de emigrantes que salen de los valles del norte, ya sin miedo al ataque musulmán buscando el alto Ebro y la cuenca del Duero, con mayores posibilidades agrícolas. A estos repobladores del norte de Castilla y León se les conoce como foramontanos. También se denominó "Ruta de los foramontanos" a la que atravesaba Cabuérniga y Campoo de Suso. Fue utilizada por los famosos repobladores de Brañosera, población que obtuvo en el año 824 el que se considera fuero más antiguo de España. Al final del reinado de Alfonso III ( 866 - 910 ) la frontera cristiana ya estaba en el Duero. En este siglo VIII, los numerosos refugiados que llegan a Cantabria y Liébana en particular, introducen la cultura latina e hispano-visigoda. El cristianismo entra definitivamente y llega la reliquia del "Lignum Crucis" ( considerada el mayor fragmento conservado de la Cruz de Cristo ) desde Astorga. En este marco cultural tan diferente de la cantabria autóctona, vive el Beato de Liébana, uno de los personajes más importantes de la época por su enfrentamiento con Elipando, arzobispo de Toledo, sin olvidar que fue el primero en proponer que el apóstol Santiago peregrinó a España. Gracias a él Cantabria alcanzó protagonismo mundial.





Siglos X-XII
Poco a poco se implanta el sistema feudal que comienza antes en Liébana (más densamente poblada y más cerca de la corte astur). Es un periodo de gran poder para la Iglesia, en posesión de muchas tierras, con gran actividad colonizadora y de enorme influencia ideológica. Es el momento de esplendor de los monasterios. En Liébana, de entre los más de 20 surgidos durante la Repoblación, destacan dos: San Martín de Turieno (Santo Toribio desde el siglo XII) y Santa María de Piasca en Liébana. Las posesiones de estos dos monasterios se extendían por toda Liébana, Asturias y norte de León y Palencia. En Asturias de Santillana, el dominio más importante correspondió al monasterio de Santa Juliana, de donde tomó el nombre la villa de Santillana, conocida hasta el momento como Planes. Mantendría su independencia como abadía hasta el final de la Edad Media. Campoo estaba controlado por tres importantes monasterios: San Pedro de Cervatos, San Martín de Elines y Santa María de Aguilar de Campoo. En este periodo cambia el sistema económico para dar más importancia a la agricultura que a la ganadería.





Las Cuatro Villas de la Costa. Siglos XI-XII
En el siglo XII tenemos una Cantabria dominada por los grandes monasterios y unos pocos señores, con una parte del campesinado libre y otra en régimen feudal. En lo político, Liébana se incorpora al reino de Castilla. Alfonso VIII consolida la monarquía, refuerza la economía y desarrolla un gran potencial naval para los conflictos. También contrarresta el creciente poder de la nobleza creando villas aforadas, donde se potencian los Concejos, se anulan las dependencias feudales, se reconoce a la burguesía y se dan privilegios a los habitantes. Las villas con fuero despegan con un fuerte crecimiento económico, demográfico y urbano. Así, en el año 1163 concede el fuero a la villa de Castro Urdiales, en el 1187 a Santander, en el año 1200 a Laredo y en el 1210 a San Vicente de la Barquera. En el caso de Castro, Laredo y San Vicente de la Barquera, se trata de villas de realengo, donde un mandante es la autoridad sobre la villa y territorio cercano. En los siglos posteriores, las llamadas cuatro villas de la costa (Castro, Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera) crecen económicamente a buen ritmo: exportan al norte de Europa y luego al Mediterráneo lana castellana, aumentan su actividad pesquera, comercian con Castilla y se convierten en los astilleros más importantes.





Batallas Navales. Siglos XIII-XIV
El poder naval de las villas de la costa no solo se puso de manifiesto el siglo XIII. Durante el siglo XIV continúa el desarrollo de la "Hermandad de las Cuatro Villas". A lo largo del siglo XIV, las villas vizcaínas van recibiendo sus fueros y comienzan a competir duramente con las cántabras. Esta unión venía atacando, junto con las flotas flamencas, las costas inglesas. En 1350 se libra una batalla naval frente a Winchelsea con más de 50 buques aliados. Eduardo III de Inglaterra pactaría con los puertos cántabro-vascos para que no estorbasen el comercio marítimo inglés. No fue el único incidente con los ingleses. Tras la boda de las hijas de Pedro I con los hijos de Eduardo III, éste reclamó para uno de ellos la Corona de Castilla. El Reino de Castilla se negó y envió 12 galeras de la Hermandad para tomar La Rochela, en la costa francesa, de la que salieron vencedores. Cuando parecía que los ingleses preparaban un contraataque sobre Santander, volvió a salir la flota castellana, obteniendo nuevas victorias.


Linajes y Conflictos. Siglos XIV-XV
Así como la Alta Edad Media se caracterizó por el poder de los dominios monásticos, la Baja Edad Media supone el dominio de los señoríos laicos, mientras que los monasterios pierden su poder, perdurando solo en Santillana y Santander. El principal dominio laico de Cantabria fue el de La Vega, con su centro en el solar de este nombre, donde tenía una torre defensiva que con el tiempo daría lugar a la actual ciudad de Torrelavega. En 1466 Enrique IV dona la villa de Santander al segundo marqués de Santillana, Diego Hurtado de Mendoza, que ante la resistencia de los habitantes trata de ocuparla por la fuerza. No obtuvo éxito ante unos santanderinos apoyados por otras gentes de Trasmiera y Enrique IV tuvo que conceder a Santander el título de "Noble y Leal". Fue un periodo de alianzas y traiciones hasta que a finales del siglo XV intervienen los Reyes Católicos para poner fin a este ambiente de guerra, derribando numerosas torres.




Carlos V y las Villas de la Costa. Siglos XV-XVII
Los puertos de Cantabria, en particular Laredo y Santander, jugaron un importante papel en la política imperial de Carlos V y Felipe II, siendo puntos de embarque para sus viajes al Norte de Europa y sobre todo, base de flotas y armadas, lo que produjo un fuerte desarrollo de la construcción naval. Como curiosidad, los restos de la Armada Invencible llegaron al puerto de Santander tras el desastre. A pesar de esto, las Cuatro Villas de la Costa atravesaron una profunda crisis en el siglo XVI, motivada por la competencia, los Consulados Marítimos, los incendios y pestes. Todo ello redujo considerablemente la población de las Cuatro Villas. El 26 de septiembre de 1556, llegaba a Laredo, el Emperador Carlos V, acompañado de una escuadra de 56 buques, a bordo del "Espíritu Santo". Después de un reinado de 40 años, en los que España se había convertido en la máxima potencia mundial, Carlos V morirá el 21 de septiembre de 1558.





La Modernidad
A diferencia de lo que ocurría en el resto de España, la mayor parte de la población de Cantabria entró en la Edad Moderna disfrutando del estatuto de hidalguía, es decir, perteneciendo a la nobleza de sangre, con las ventajas y franquicias que tal condición implicaba. Con el inicio de la Edad Moderna, a partir del siglo XIII, la flota de Cantabria adquiere un especial protagonismo en los mares de Europa y en las batallas navales contra los musulmanes de Al Andalus. Las villas marineras de Laredo, Castro Urdiales, Santander y San Vicente de la Barquera logran una cierta autonomía respecto a los esquemas piramidales de dependencia feudal. Con el Descubrimiento de América muchos cántabros, expertos marinos, se embarcan rumbo a las Indias. Juan de la Cosa, uno de los más esclarecidos navegantes, fue el autor del famoso mapa mundi que trazó magistralmente las costas antillanas entonces en plena fase de exploración. La situación en el interior de Cantabria era sustancialmente diferente a la de la costa. Los señores feudales desangraban y hundían en la miseria a los valles y a las villas a causa de sus guerras de banderías. Sumida la población en la pobreza y el atraso fueron muchos los cántabros que se aventuraron a buscar un modo de vida en América, en Andalucía o enrolándose como soldados en las expediciones organizadas por la Corona. Otros, los denominados maestros canteros, emigraban para colaborar en la construcción de los grandes edificios religiosos y civiles. Destaca Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial, y la saga de los trasmeranos Gil de Hontañón. La Ilustración del siglo XVIII intentó poner fin a los hábitos y costumbres del pasado feudal. Entre los "ilustrados" cabe citar a Juan Fernández de Isla, que colaboró activamente en la creación de fábricas y factorías, la construcción de buques y buscó nuevas vías de comunicación y medios de transporte. En el último tercio del siglo XVIII se produjo un hecho de singular importancia para Cantabria. Las distintas Juntas de los Valles ganan el pleito secular que tenían planteado desde siglos atrás contra la poderosa casa feudal de la Vega, lo que determina que en 1778 se constituya la Provincia de Cantabria. Después de siglos de olvido, el nombre ancestral de Cantabria volvía a resurgir. Estábamos en la "prehistoria" de nuestra autonomía y en el buen camino para conseguir algún día nuestro propio Estatuto y el autogobierno. Las ideas de la Revolución Francesa -Libertad, Igualdad, Fraternidad- tuvieron su eco e importantes defensores en Cantabria; también quienes las combatieron con ahinco.





De la ilustración al comercio
Durante el terrible siglo de hierro que fue el XVII , trufado de guerras de religión, España hubo de hacer frente a la creciente competencia de las demás potencias marítimas emergentes. En aquel tremendo esfuerzo los hombres y recursos de Cantabria ocuparon un puesto de vanguardia. Durante todo el siglo y el siguiente fue incesante la construcción de galeones, fragatas y navíos para las flotas de Indias y la Armada del océano, tanto en el astillero de Guarnizo como en el de Colindres. Establecida en Liérganes y La Cavada la fábrica nacional de cañones de hierro colado, el carbón de leña fabricado con los robles de La Montaña alimentó los primeros altos hornos que hubo en el país. Con el siglo de las Luces, concejos, valles y nobles cortesanos se empeñaron en articular la tierra mediante la creación de la provincia de Cantabria, mientras la Corona elegía a Santander como puerto estratégico en el norte. Concluido el desastre de la guerra de la independencia (1808-14), el puerto de Santander se puso a la cabeza de los de España, gracias a la exportación hacia América de las harinas castellanas y a la importación y redistribución por toda Europa de los coloniales de allí venidos. Al calor del comercio ultramarino surgían fábricas, nuevas carreteras y llegaría el ferrocarril. Muchos de los inventos del siglo XIX entraron por aquí a España, mientras la región era la más alfabetizada del país y su capital alcanzaba un desarrollo cultural sin precedentes.





El siglo XX
La pérdida de las últimas colonias americanas y del pacífico en 1898 pareciera que iba a ser el peor golpe para Santander y su provincia. Sin embargo la repatriación de capitales, la iniciativa local y la inversión extranjera imprimieron renovado impulso al proceso industrializador y a la promoción de la cabaña vacuna. Nuevas fábricas químicas, siderometalúrgicas y agroalimentarias, junto al auge de instituciones financieras y al esfuerzo de los trabajadores, sentaron los fundamentos de un desarrollo que no hallaría freno hasta los años sesenta. La residencia veraniega de los reyes en el palacio de la Magdalena y la acción de patricios tales como los marqueses de Comillas, Manzanedo y Valdecilla, propiciaron importantes inversiones en infraestructuras sanitarias, culturales y deportivas. La región montañesa se puso de moda hasta el punto de que los elementos de su arquitectura tradicional conformaron el llamado estilo regionalista, que llegó a predominar en todo el país. En plena guerra mundial, un día de febrero la región sufrió un tremendo huracán que, en la ciudad de Santander daría lugar al feroz incendio que destruiría todo el centro histórico. Canalizada en los ayuntamientos, la voluntad de la mayoría precipitó en la aceptación por las Cortes Generales de la creación de la Comunidad Autónoma de Cantabria, en 1981.